Ojos rojos

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Siempre le habían gustado las flores, tenía que ser. Claro que podía vivir de ellas porque ellas vivían de la belleza y cuidado de Rin.

-Está haciendo un trabajo hermoso. –Le dijo acercándose a ella, quien volteó a verlo con ojos expectantes, ondeando su castaño cabello viéndose todavía más preciosa.

-Es usted. –Dedujo poniéndose un poco en guardia. –Al que le gusta abrazar a desconocidos.

-Una vez más me disculpo. –Habló con una leve sonrisa. –Déjeme presentarme, soy Sesshomaru Taisho, el presidente de la cadena de hoteles para que estás trabajando.













Despertó sintiendo una severa molestia en los ojos a causa de la repentina luz, parpadeó bastante para acostumbrarse a la luminosa habitación y girando en la cama la vio a ella, quien, aun sin nada de ropa puesta, abrió la cortina del gran ventanal del departamento. Toda la luz escurría sobre ella graciosamente, era hermosa. La mujer giró a verlo para comprobar que hubiera despertado, Sesshomaru le sonrió, pero ella desvió la mirada como si no le importase que su primera sonrisa se la hubiera dedicado a ella.

-¿No tienes que ir a trabajar o algo así? –Lo interrogó volviendo a la cama para cubrirse con lo primero que encontró. –Si no irás a ningún lado usaré tu auto. –Decía mientras ajustaba la bata a su esbelta cintura.

-De hecho, sí debo ir a trabajar. –Respondió con voz grave.

-De todos modos, quiero usar tu auto. –Habló caprichosamente.

-Tienes tu propio auto.

-Pero ya no me gusta, ya tiene más de medio año que me lo diste, cómprame uno nuevo.

-¿Crees que voy a terminar cumpliendo siempre todos tus caprichos, Kagura?

-¿Qué más puedes hacer, cielo? No puedes negarme nada. –Amenazó mientras se acercaba a él seductoramente y plantaba un fugaz pero sensual beso sobre sus labios. –Di que sí.

Sesshomaru acercó su rostro al de ella para besarla de verdad, pero ella se alejó, estaba jugando con él, y eso le encantaba. Kagura pasó su dedo índice por los pálidos labios del albino haciendo un lento camino hasta su abdomen; el hombre no pudo resistirlo más y la tomó de la cintura para pegarse a ella, uniendo sus alientos en un pesado beso. Sesshomaru paseó sus manos por las piernas de su enamorada, deleitándose con lo terso de su piel, encantándose aún más con el sabor de sus besos... Pero justo cuando estaban por hacer lo mismo de la noche anterior, Kagura se separó abruptamente de él.

-Siempre haces que moleste contigo. –Soltó en un puchero. –No me quieres lo suficiente como para comprarme un nuevo auto.

-Está bien. –Soltó cansado. –Le diré a Miroku que regrese tu auto a la agencia y que busque uno que...

-¡No! –Interrumpió. –Quiero escogerlo yo misma.

-Como quieras.

-¡Eres el mejor! –Exclamó con voz chillona saliendo de la cama y dirigiéndose al baño a tomar una ducha. –Te diré cuando encuentre uno que me guste, cierra bien al salir.

Las cosas siempre habían sido así desde hace poco más de un año, sin darse cuenta terminó encantado por quien comenzó siendo su asistente, esa preciosa mujer propietaria de una mirada rojiza e hipnótica que lo hacía enloquecer.

Kagura Tanaka había llegado a la compañía para ocupar el puesto de asistente personal de la presidencia y siendo una de las candidatas más aptas y preparadas, fue casi unánime otorgarle el puesto. No solo era una mujer capaz e inteligente, también era hermosa y tenía cautivada a media compañía, porque también era astuta. Ella sabía perfectamente cómo mover cada una de las cartas que la vida tenía para ella, y con ese encanto de sus característicos ojos rojizos, la elocuencia de sus palabras y su audacia en el trabajo, también logró cautivar al presidente.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora