Crisantemos

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Él no debe enterarse. ¿O debería contarle algún día?

-Señor Sesshomaru... Béseme. –Le pidió con timidez, cosa que el albino no iba a negarle. Por lo que se inclinó hacia ella plantando un suave y húmedo beso en sus labios. –Otra vez. –Susurró. Sesshomaru obedeció. –Otra vez. –Era como si rogara. Y al verse cautiva entre el cuerpo de su prometido y el colchón en un beso aún más largo y profundo que los anteriores, pudo darse cuenta. Esos sentimientos eran preciosos y no podía permitir que lo que antes era un compromiso por interés se arruinara cuando ahora era un matrimonio por amor.

La suavidad de los besos de Rin combinada con su tibio cuerpo lo hacían transportarse a un espacio casi onírico, en donde no había mareas agitadas ni incendios mentales; todo era paz, y la única oscilación que sentía era su corazón emocionándose por recibir tanto amor.








Miroku recorría los pasillos para llegar a la oficina de su jefe, sus pasos resonaban en el piso de cerámica, impactando sus zapatos con más fuerza de lo normal, sus brazos se movían rígidos y su entrecejo parecía que no podría volver a la normalidad de lo tenso que estaba. Iría de inmediato a contarle lo que el chistecito de su novia le había costado, ni a él le pagaba tanto.

-Secretario Hoshi. –Una dulce voz femenina lo saludó posicionándose junto él tratando de seguirle el paso. –Pareces enojado.

-Lo estoy. –Parecía que la presencia de la bella directora de marketing podía ablandar un poco su carácter. –No tienes idea de cuánto.

-¿Otra vez el presidente te hizo trabajar de más?

-No es eso, es solo que a veces puede llegar a ser muy tonto.

-No digas eso, él podría escucharlo. –Su voz pareció tornarse más áspera a la vez que miraba alrededor.

-¿Cómo podría desde aquí? –Preguntó sonriendo ante los rápidos vistazos que la directora lanzaba por el pasillo.

-Las paredes suelen tener ojos y oídos, no te confíes.

-Sabios consejos de una sabia mujer. –Habló más relajado.

-¿P-pero qué dices, secretario? –Se apresuró a decir. Detestaba balbucear en la presencia del secretario, pero a veces la tomaba por sorpresa con ese tipo de comentarios y era inevitable entorpecer su hablar. –Te veo en la reunión de medio día, por favor, mantén contento al presidente mientras tanto. –Le pidió con cierto fervor en su voz.

-Lo intentaré, pero no prometo nada. –Dijo despidiéndose con un suave ademán y con un tono de voz más vivaracho, logrando que Sango sonriera levemente.

Siguió caminando hasta llegar a la oficina de Sesshomaru entrando sin siquiera tocar y arrojó un par de papeles a su escritorio; Sesshomaru ni siquiera se molestó en mirarlos, lo que hizo que Miroku se fastidiara todavía más.

- 6,084,927.26 de yenes. –Enunció cansado. –Es mi salario de un año. Llevamos apenas un par de semanas recuperándonos desde que nos enteramos del desfalco, y hasta que no hallemos al culpable debemos ser discretos con nuestros movimientos financieros... ¡Y se te ocurre comprar un auto de millones de yenes! –Reclamó a tal punto que sentía palpitar una de las venas de su frente. Algo como eso era demasiado peligroso, podría levantar sospechas, pero a su amigo parecía no importarle. –Esto ni siquiera es para ti, ¿verdad? Es para tu horrenda noviecita. –Dedujo agravando la voz.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora