Flores y hielo

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Besarla era adentrarse en un peligroso trance, el sabor de su saliva, la textura de sus labios, sus suaves movimientos y la calidez de su tacto era el conjunto más delicioso al que se había sometido en su vida. Siempre que la besaba quería más de ella y entregarle más de él, quería dejarse llevar.

Sus manos apretaron el agarre que tenía sobre su cintura haciendo que Rin pegara más su cuerpo a él, y al sentir su fina silueta acoplándose a él ya no podría contenerse más. Poco a poco fue entrometiendo su lengua en la pequeña boca de su esposa para poder degustar más de su delirante esencia y sus manos bajaron hasta tomarla de los muslos haciéndola envolver sus piernas alrededor de su cintura. Ella trataba de seguirle el paso, sentía levemente que el peso de su esposo caía sobre ella tumbada en la cama, pero no era para nada molesto. También quería entregarle un poco más, quería hacerlo desde hace tiempo... Pero había algo que no la dejaba hacerlo.






Muy de mañana, Hakudoshi salía de la casa de su madre listo para ir de nuevo a la capital para seguir buscando empleo, pues desde hace tres meses, un desafortunado corte de personal en la pequeña empresa en la que trabajaba, lo había excluido a él por llevar tan poco tiempo ahí.

Lo que no sabía, era que alguien lo había estado siguiendo desde que salió y no fue hasta que tuvo que pasar por una callejuela en diagonal que se dio cuenta, pues un hombre ya estaba del otro lado esperando por él y al girar otros dos sujetos se acercaban amenazantes; sabía perfectamente de quién se trataba.

-Buenos días, licenciado. –Le dijo uno fingiendo cortesía. –¿Ya tiene noticias de su novia?

-Sekai. –Lo nombró con cautela. –Sí. –Respondió un tanto amedrentado. –Justo ahora iré a recoger el dinero que envió para dárselos.

-Entonces te acompañaremos, es peligroso caminar con dinero en la calle, ¿no es así? –Quien lo había estado siguiendo todo este tiempo era Sekai, un tipo de al menos unos cincuenta años y de aspecto aterrador, Rin era responsable de una deuda con él y aparentemente era el que menos paciencia tenía para los pagos.

Pronto lo llevaron hasta el cajero más cercano para apresurarlo a empujones a sacar hasta el último yen de lo que Rin había enviado para cubrir un poco de las deudas que arrastraba. Los sujetos contaron hasta cerciorarse de que todo estuviera completo. Sin embargo, habían tomado todo que Rin había enviado, todo lo que él tenía gestionar para pagar a los demás acreedores y al banco.

-Así me gusta, pero... tenemos que cobrar intereses por el atraso.

-Pero esa es la cantidad con todo e intereses, si tomas todo eso liquidarás su deuda, pero tengo que... –Replicó siendo interrumpido de un fuerte empujón, uno de esos tipos lo había azotado contra la pared.

-No nos referimos a eso. –Dijo amenazante para enseguida estampar un fuerte puñetazo en su estómago, haciendo que el joven albino se encogiera de dolor. –Dile a tu noviecita que si quiere encontrarte completo para cuando regrese, que ni su madre o ella se atrevan a pedirme dinero prestado otra vez, ¿entendiste? –Escupió propinándole otro golpe, esta vez en la cara, haciéndolo caer al suelo. –Esto es por tardar tanto. –Exclamó con ira pateando al chico aun estando en el suelo. –Y esto por causarme tantas molestias. –Volvió a impactar un golpe en el estómago del muchacho. –Ahora así... Nos vemos luego, abogado. –Finalizó dándole un golpe final que terminó por romperle el labio, luego de eso se fue, dejando a Hakudoshi quejándose en el suelo del cajero automático.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora