Dicha

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-Yue, déjalo. –Exigió Rin.

-Pero, mi señora...

-Te ordeno que lo sueltes, obedece. –Demandó molesta y sin una pizca de paciencia. Yue se sorprendió tanto que terminó por soltar a Hakudoshi.



Faltaban alrededor de unos veinte minutos para que los novios bajaran para presentarse como una pareja comprometida. Irasue recibía a los invitados junto a la madre de Kagome, una reconocida chef retirada que ahora en conjunto con su hija se hacía cargo de la cadena de restaurantes que su difunto esposo había construido. Los Higurashi y lo Taisho habían sido familias cercanas por generaciones, el señor Taisho ofreció en matrimonio a sus hijos apenas se enteró de que los Higurashi tendrían una niña, ellos aceptaron encantados; así ambos imperios se unificarían aún más. Y para las madres era un alivio que sus hijos se casaran por amor y no porque debían hacerlo.

En la habitación del joven matrimonio, Sesshomaru y Rin mantenían sus manos entrelazadas con más fuerza de la necesaria, las miradas de ambos estaban bien fijas en el papel que Sesshomaru sostenía al reverso, aumentando la intriga, pero preparándose para que lo fuera.

-¿Estás lista?

-Lo estoy.

Sesshomaru giró el papel para ver el resultado.

Negativo...

Positivo...

¿Qué podría ser?

Ambos abrieron los ojos hasta donde podían, un remolino les recorrió la mente arrasando con toda su percepción el exterior, dejándolos solo enfocados en ellos dos y el mentado papel. Estaban estáticos, helados, sin poder decir una sola palabra. Hasta que Rin sintió sus ojos ponérsele vidriosos, quería llorar, tenía tantísimas ganas de llorar; no lo podía creer.

-Señor Sesshomaru. –Jadeó con un hilo de voz que se iba diluyendo poco a poco y con su mano libre tapó su boca para evitar soltarse en un llanto irremediable, dejando solo salir un par de lágrimas.

Sesshomaru logró salir de su trance en cuanto escuchó a su amada nombrarlo, estaba llorando, era entendible, pero le pareció una pena que corriera un poco los brillos de su lindo maquillaje.

-Rin. –Susurró pesado, botando el papel al suelo.

Su labio inferior temblaba ante la impresión, sintió el corazón detenérsele por un instante volviendo a andar con un ritmo amorfo y precipitado. Todos esos intentos, todos los trucos e investigaciones que había hecho junto a Rin con toda la ilusión del mundo, todas las intenciones que habían puesto para esto...

-¡Rin! –Increpó con una emoción que no combinaba con su gélido porte.

Se levantó de golpe para tomar a su esposa entre sus brazos y cargarla dando un par de vueltas, haciendo que el cabello de Rin volara graciosamente. La castaña se aferró al cuello de su esposo sintiéndose estar a punto de estallar de alegría, logrando así sonreír de oreja a oreja, mostrando sus perfectos dientes en una expresión que no tenía comparación.

-Vamos a ser papás. –Sesshomaru confirmó con una emoción que nunca antes había utilizado, con un tono de voz que no era muy propio de él pero que simplemente no podía evitar. Estaba tan, tan feliz; se sentía el hombre más dichoso sobre la tierra. Nunca en su vida habría imaginado estar tan jodidamente feliz por algo, nunca creyó que podría experimentar un sentimiento así de intenso al lado de la persona que más amaba en el maldito mundo. –Gracias. –Musitó bajándola para hincarse ante ella, se arrodilló ante Rin lamentándose por un segundo ya que recordó que no había podido arrodillarse así ante ella cuando le pidió matrimonio. Pero ahora podía hacerlo, podía postrarse ante su divina esposa para agradecerle la felicidad que le había otorgado. –Gracias, Rin. –Clamó llevando sus manos a la espalda baja de su mujer y acercar su rostro al vientre que ahora albergaba su felicidad. –Realmente... ¿realmente nuestro hijo está ahí?

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora