Deudores

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-Como sea entonces.

-Hace años que no me llamas "madre".

-Rin me regañó. –Espetó irritado, esa chica se había atrevido a corregirlo en la forma de dirigirse a su propia madre.

-Ya veo. –Dijo formando una sonrisa apenas perceptible. –Esa chica está muy bien para ti, no lo eches a perder, hijo. –Fulminó dirigiéndose a la salida para alcanzar a sus nueras. Pero al cruzar la puerta, una pequeña descarga eléctrica le atravesó el cuerpo. Ya lo había sentido antes, era esa sensación de cuando Sesshomaru o InuYasha se metían en problemas, una mala sensación, un mal presentimiento. ¿Alguno de sus hijos estaría cometiendo alguna tontería o pasando por un mal momento? Debía averiguarlo.






Desde el día de la ida a la pista de hielo, Rin no había podido localizar a Hakudoshi, por más que lo intentaba, sus llamadas ni siquiera entraban. Eso era normal hasta cierto punto, ya que, en Kagoshima, la señal telefónica y de internet solía ser pésima; teniendo incluso a veces que recorrer largas distancias para poder enviar correos o hacer llamadas. Sin embargo, había algo en su pecho que punzaba insistentemente.

La chica se encontraba quitando la hierba que comenzaba a crecer en las plantas de menta que estaba cultivando; quería aprovechar que había salido temprano un viernes para dedicarse a su adorado jardín en la mansión Taisho, pues ella y Kagome habían programado tomar el té para un fin de semana.

Se apresuró a terminar antes de que la noche la alcanzara, y en cuanto lo hizo, terminó exhausta y con tierra hasta debajo de las uñas; pero había sido muy gratificante. El enorme jardín de la mansión era de lo que más había extrañado de la casa.

Entró a la casa teniendo cuidado de no dejar un rastro de tierra por todo su camino. Entonces, justo después de cruzar la cocina de servicio, se encontró con Sesshomaru, quien iba llegando del trabajo.

-Bienvenido, amo. –Lo saludó ofreciéndole una sonrisa. –¿Va a cenar? Tome asiento, le serviré, hoy Mei preparó una sopa deliciosa.

-No quiero sopa con tierra. –Espetó desabrido haciendo referencia a su aspecto desaliñado.

-Es verdad. –Recordó. –Mejor le pediré a alguien que le sirva, espere un minuto, por favor. –Se dispuso a irse, pero Sesshomaru la tomó de la muñeca. Rin giró al instante, encontrándose con Sesshomaru lanzándole un gesto severo. –¿Necesita algo más?

-Que te cases conmigo. –Comenzó a insistir.

-Ay señor. –Suspiró pesado. –Por favor, no siga. Si continuamos con eso solo nos lastimaremos. –Explicaba con paciencia. –Me duele no poder corresponderle. Y si usted me ama como dice hacerlo, le dolerá si lo sigo rechazando.

¿Está sintiendo lástima por mí? Pensó con incomodidad.

-Si nos casamos serás feliz. –Afirmó. –Amas esta casa, amas el jardín y a quienes trabajan aquí. –Hablaba con cadencia. –Si obtienes el apellido Taisho casándote conmigo, la mansión te pertenecerá a ti tanto como nos pertenece a Irasue, a InuYasha y a mí; serás la señora de esta casa, la soñera de la mansión Taisho.

-Pero es que yo... -El vibrar de su teléfono la detuvo, miró a Sesshomaru quien con un ademán le permitió contestar. Al ver que era Hakudoshi quien llamaba se puso un tanto nerviosa al tener que contestarle frente a su amo, pero también sintió algo de alivio, al fin podría hablar con él. –¿Hola? –Atendió discreta. –Estoy en el trabajo ahora, no puedo hablar mucho. Dime, ¿estás bien?

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora