Un beso de despedida

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Despertó sintiendo una severa molestia en los ojos a causa de la repentina luz, parpadeó bastante para acostumbrarse a la luminosa habitación y girando en la cama la vio a ella, quien, aun sin nada de ropa puesta, abrió la cortina del gran ventanal del departamento. Toda la luz escurría sobre ella graciosamente, era hermosa. La mujer giró a verlo para comprobar que hubiera despertado, Sesshomaru le sonrió, pero ella desvió la mirada como si no le importase que su primera sonrisa se la hubiera dedicado a ella.

-¿No tienes que ir a trabajar o algo así? –Lo interrogó volviendo a la cama para cubrirse con lo primero que encontró. –Si no irás a ningún lado usaré tu auto. –Decía mientras ajustaba la bata a su esbelta cintura.








Poco a poco, las cosas en la mansión volvieron a la normalidad, o al menos con toda la normalidad posible desde que el señor Taisho se fue, quedando Irasue dirigiendo la casa y la empresa completamente. Sesshomaru, Rin, InuYasha y Kagome volvieron a pasar tempo juntos como habitualmente lo hacían, incluso Sesshomaru había retomado todas las actividades que dejó a un lado a cierto modo de luto. Todo parecía estar bien.

Lo suficientemente bien como para que el adolescente pudiera enfocarse nuevamente en Rin y en esa necesidad de ella, que no hacía nada más que crecer desde que se dio cuenta de la forma en que le gustaba. Por eso estaba decidido, pondría todo en juego, si es que ella lo correspondía, podrían estar juntos, podría tener a la novia más linda del mundo, pero si ella no lo quería de ese modo, podría perderla como amiga y las cosas se volverían incómodas en la casa, la haría pasar un mal rato, y era lo que menos quería.

Por eso creyó que lo mejor era llegar a ella poco a poco. Ya eran cercanos, ya se la pasaban juntos la mayoría del tiempo, ¿cómo iba a hacer las cosas diferentes?

Las ideas que le pasaban por la cabeza lo hacían sentir ridículo, tal vez Kagome tenía razón y debía hacer un par de sacrificios, tenía que poner en juego incluso su dignidad para tener detalles más románticos con Rin.

Flores. Era lo primero que se le ocurría cuando pensaba en ella, pues sabía que ella podría pasar horas enteras contemplando y cuidando de las flores que crecían en el jardín de la casa. Lugar en el cual, luego de una detallada búsqueda terminó optando por cortar un montón de margaritas que lucían abiertas y radiantes en uno de los huertos florales, se veían tan frescas que podía jurar que recién habían florecido esa mañana, la calidez de las margaritas bien podría combinar con la de la sonrisa de Rin.

Era tan vergonzoso para él ser visto llevando consigo esas flores por toda la casa, todos los sirvientes lo miraban curiosos, todo porque Rin no aparecía por ningún lado. La buscó por todos lados, hasta encontrarla en la terraza en donde él y los demás muchachos se reunían a tomar el té. Estaba sentada en una de las sillas, recostando su cabeza sobre sus brazos apoyados en la mesa; ¿estaría dormida?, eso parecía. Usaba su uniforme de mucama, pues los fines de semana se dedicaba a trabajar casi por completo, aquello no le gustaba mucho, pero a pesar de que él y su padre le pidieron no trabajar más y solo vivir como un miembro más de la casa, ella se había negado rotundamente; tal vez si aceptaba ser su novia, eso cambiaría.

Se acercó a ella sin hacer mucho ruido, mirarla le transmitía paz, lo hacía caer en una calma inigualable, y al verla así, tan pacífica y con el rostro tan relajado, le provocaba un cosquilleo extrañamente satisfactorio en el pecho. Sintió jadear un poco cuando los ojos grandes y castaños de Rin se abrieron, lo había sorprendido mirándola, pero a pesar de ello, él permaneció sereno.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora