Felicidad

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Mientras que el muchacho sentía su garganta bloqueada por un nudo desesperado, que lo hacía querer decir el nombre de la mujer que seguía amando, de la mujer que amaría quizá el resto de su vida. Una tormenta pareció desatarse en su interior, porque, por fin Rin lo miraba otra vez, pero no lo miraba igual que el día en que se despidieron; sus ojos ya no brillaban por él, ya no había ni amor, ni cariño, ni deseo en ellos. ¿Eso quería decir que lo había olvidado? ¿Lo había dejado de querer? Por supuesto.





Sesshomaru terminó siendo arrastrado por su hermano menor y Miroku hasta un lujoso bar repleto de una apacible penumbra, suave música y un certero aroma a alcohol, y en donde durante toda la velada no quitó su cara de amargado, la cual se hacía cada vez más dura a medida que InuYasha y Miroku se ponían más borrachos.

-Hermano. –Lo llamó con voz ceniza. –Te quiero mucho. –Declaró InuYasha recargándose sobre su hombro. –¿Ya te dije que te admiro mucho, hermanito mayor? –InuYasha era muy intolerante al alcohol.

-Yo también. –Le siguió Miroku. –Yo también los quiero mucho. –Hipó. –Los dos son como mis hermanos. –Si bien Miroku era sumamente resistente, había aprovechado que InuYasha invitaba los tragos y bebió como si hubiera un mañana.

-¡Pero! –Objetó InuYasha. –Si tú haces llorar a Rin... te patearé tu patética cara, ¿oíste? –Lo amenazó mientras se tambaleaba.

-Ya déjenme ir. –Se quejó tratando de soltarse del agarre de su medio hermano.

-No irás a ningún lado, bomboncito. –Miroku lo retuvo plantando un exagerado beso en la mejilla del albino. –Tú conducirás porque ahora no me acuerdo ni dónde vivo.

-¡¿Qué demonios, Miroku?!

-¡Vamos a celebrar tus últimos momentos de soltero! Si de por sí Rin ya te tiene bien domado, imagina cómo será cuando se casen. Ya quiero verte cambiando pañales como un padre responsable. –Se burló.

Pañales... padre... hijos. Espera.

No había pensado en eso, ni mucho menos lo había hablado con Rin. No tenía idea de si ella deseaba tener hijos; al menos por su mente no alcanzaba siquiera divisarse esa idea, él criando un hijo. Pero, tener un hijo con Rin. ¿Qué pensaría ella?


Por otro lado, la sala de la mansión Taisho se encontraba repleta de postres de todo tipo y almohadas por doquier. Kagome había organizado una pijamada como despedida de soltera para Rin, habiendo invitando a Sango e Irasue, todas estaban pasando un buen rato usando relajantes mascarillas y disfrutando de la manicura a domicilio.

-Esto es tan lindo. –Exclamó Rin. –Gracias a todas por organizar esto. Y gracias por venir, directora Hoshi.

-Llámame Sango. –Le sonrió. –Cualquier amiga de Kagome es amiga mía. Además ya me guardas un secreto, ¿no?

-Mi señor... este... Sesshomaru me explicó que usted y el secretario Hoshi están casados, incluso que tienen hijos.

-Sí. –Respondió con ilusión. –Tenemos gemelas y un pequeño de apenas cinco meses. Ahora mis gemelas tienen dos años. Kohaku se quedó a cuidarlas esta noche.

-¡¿Kohaku?! ¿Kohaku Nakamura?

-Así es. –Respondió extrañada ante la expresión de Rin. –Kohaku es mi hermano menor, me habla de ti ocasionalmente, creí que ya lo sabías.

-Creo que soy algo lenta para captar esas cosas. –Se excusó nerviosa. –¿Cuáles son los nombres de sus hijos?

-Mis niñas son Kin'u y Gyokuto, y nuestro pequeño se llama Hisui. Miroku escogió los nombres. –Aclaró sonriente. –Por cierto, ¿tú y el presidente ya hablaron sobre tener hijos?

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora