Pan

366 47 37
                                    

Yue abrió los ojos un tanto desorientado teniendo que parpadear repetidas veces para acoplarse a su entorno, a su desastroso y caótico entorno. Dolía... Todo su cuerpo dolía. Su pierna... No podía moverla.

¿Por qué? ¿Por qué de nuevo?

-Hiro. –Susurró llamándolo aunque su novio no estuviera ahí, simplemente quería verlo, quería tenerlo para sentirse mejor de todo ese dolor.

Pero, ¿qué había pasado exactamente? Hace solo un segundo estaba conduciendo y...

-Ama Rin. –Jadeó cuando recuperó el sentido de la realidad.




El albino luchaba por hacer el momento mucho más eterno al acercar su rostro al de su esposa amenazando con besarla. Quería aprovechar esa cercanía a más no poder, exprimir cada segundo, gozar de ese precioso paisaje del rostro de su castaña estando a pocos centímetros de sus labios.

Pero Rin estaba quizá más impaciente que él, por lo que rodeó la nuca con sus brazos y cerró los ojos dispuesta a besarlo, pero se detuvo súbitamente para de inmediato apartarse de él cuando escuchó los reclamos de su padre.

-Par de chamacos imprudentes. –Jaken refunfuñaba posándose frente a ellos con las manos en la cintura, mirándolos con desaprobación y el ceño fruncido. –Miren nada más, sin suéter, jugando en medio del invierno como un par de adolescentes.

-Padre. –Rin infló sus mejillas en señal de desilusión por interrumpir su beso que seguro ameritaría una reconciliación.

-Nada de padre. –Farfulló Jaken. –Ándate a buscar un buen abrigo que ya es hora de que te vayas a la consulta.

-Es verdad. –Recordó Sesshomaru. –Ve por tu abrigo, te espero en la entrada.

Rin asintió sin dirigirle la mirada y se apresuró a ir a buscar un abrigo en su habitación.

-Y no crea que no lo vi con la chamaca, señor Sesshomaru. –Jaken le reclamó al albino una vez estando solos. –Ya basta de jueguitos, mire nada más cómo terminó todo.

-No es ningún juego, Jaken. –Dijo recuperando toda su seriedad. –Rin sigue siendo mi esposa y la voy a recuperar antes de que sea tarde.

-Hump. ¿Y qué haré si vuelve a llorar? –Reprochó molesto. –Le confié a mi hija, amo Sesshomaru. 'Le confío lo más valioso de mi vida, señor Sesshomaru'. –Recordó. –Eso fue lo que le dije el día de su boda cuando le entregué a Rin en el altar. ¿Y qué fue lo que usted dijo?

-La cuidaré por siempre. –Musitó.

-Y luego le miente y la lastima hasta orillarla a irse. ¿Y ahora pretende volver con ella?

-Esta vez lo haré bien, cuidaré de ella y de mis hijos más que de mi propia vida. –Le aseguró sin ninguna pizca de duda ni en su mirada ni en sus palabras.

-¿Y eso qué me lo asegura? ¿Su palabra? –Lo desafió. –¿Cuánto vale la palabra de un hombre que hizo llorar a su mujer?

-Tal vez lo mismo que la de un hombre arrepentido. –Yue intervino en la conversación. –Disculpe, señor Jaken, pero mi señor últimamente ha demostrado que en verdad está haciendo las cosas mejor. Yo quiero mucho a mi señora y aun así confiaré en el amo Sesshomaru para hacerla feliz porque, usted como su padre debería saberlo, la señora Rin aún mira al señor Sesshomaru...

-Con amor. –Jaken susurró rendido quitándole a Yue las palabras de la boca. –Lo sé. Todos en esta casa lo saben... Pero por favor, mi señor... No vuelva a lastimar a mi chamaca.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora