Oportuno

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Namura... No era posible, él se había quedado en Kagoshima, todo su pasado se había enterrado ahí... ¿Cómo es que aparecía así frente a él?






Su comodidad se vio interrumpida de golpe por un sonido que le arrebataba casi todo rastro de cordura y lo angustiaba de sobre manera.

Su hija estaba llorando.

Abrió los ojos por la mañana y se sentó de golpe en la cama para, a pesar de estar un poco desorientado por su repentino despertar, agudizar sus sentidos y prestar atención. En efecto, una de las niñas lloraba y esa voz era la de Towa.

No perdió más tiempo y arrojó las cobijas de un lado, se levantó de la cama y sin siquiera ponerse sandalias se encaminó a la habitación de sus hijas, la cual abrió sin tomarse la molestia de tocar.

-Towa. –La llamó alarmado. –¿Qué pasa?

Pero no había nadie, el cuarto estaba completamente solo a pesar de que el llanto parecía provenir de ahí. No fue hasta que prestó más atención a su entorno, buscando con la mirada algo que le diera indicios de lo que había pasado... Entonces lo encontró.

En el piso de alfombra rosa pastel, un mechoncito de cabellos blancos casi se confundía con el suelo afelpado.

-Towa, ya basta. –Se escuchó un susurró. –Debemos pedirle ayuda a papá.

-No, no quiero que me vea. –Otro susurró.

Y esas voces chillonas venían de... El armario.

Despacio, Sesshomaru se acerco a la puerta del enorme closet en la pared y tocó cortésmente, pero no obtuvo respuesta.

-Sé que están ahí. –Les advirtió.

-Aquí no hay nadie. –Towa sollozó dramáticamente.

-Cállate, tonta, si dices eso es obvio que hay alguien aquí.

-Ah, es verdad.

-Niñas, voy a entrar. –Avisó poniendo su mano en la manija de la puerta.

-¡No! –Gritó Towa. –Vete, no quiero que me veas jamás en la vida.

Y Sesshomaru sintió un balde de agua fría caer por todo su cuerpo.

¿Pero qué había hecho? ¿Fue por la conversación del día anterior? Pero si todo parecía estar bien, ¿por qué ahora no quería ni verlo?

O era acaso que... ¿Habían comenzado su etapa rebelde?

¡No! Él aún no estaba listo para eso.

-Towa, ¿qué es lo que pasa? –La llamó de vuelta.

-Vete, padre. Jamás saldré del armario.

-¿Y la escuela?

-Estudiaré aquí yo sola, me graduaré desde mi armario.

-Vamos, dime, ¿qué le pasa a mi bebé? –Como medida desesperada, intentó usar un apodo cariñoso.

-Yo... ¿Y soy tu bebé? –Preguntó sorbiendo su llanto, al parecer había funcionado.

-Las dos siempre serán mis bebés, así tengan cien años cada una. –Les recordó tiernamente.

-¿Aunque sea la más fea del mundo?

-¿Fea? Pero si eres preciosa, hija, eres igual a tu madre.

-¿De verdad soy tan bonita como mamá?

-Así es, tienes la belleza de mamá y el cabello de tu padre, tú y tu hermana son las niñas más bonitas del mundo. –Le aseguró sin titubear.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora