Corazonada

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Advertencia: Éste capítulo contiene escenas que pueden llegara a ser inapropiadas para algunxs lectorxs, por favor, sean responsables con la lectura. 









Las margaritas... Siempre le habían parecido unas flores tan cálidas, aunque no sabía muy bien por qué.







Sesshomaru acariciaba el cabello de su pequeña albina, quien roncaba ligeramente encima de él, con una posición abstracta para dormir, abriendo su boquita mojando un poco la playera del pijama de su padre, quien esperaba pacientemente a que despertara por su cuenta, pues esa noche había terminado durmiendo con él y su esposa por una pesadilla que le quitó el sueño a media noche. Luego giró su cabeza un poco para alcanzar a contemplar a su esposa, la cual, abrazaba a su otra hija, su Setsuna, con una melena tan café como la de Rin y tan dócil como la de Sesshomaru.

Su familia... No se había dado cuenta de cuándo se acostumbró a ella, a ser esposo y padre, a compartir la cama con tres bellas chicas que eran los amores de su vida. Y pensar que hace algunos años vivía aferrado al desabrido recuerdo de la niña que perdió y a un amor amargo que lo marchitaba por dentro; y pensar que hace solo algunos años su Rin estaba encerrada en el pueblo de su pasado y amando al hombre equivocado.

Pero ya nada de eso importaba, nada de lo que los arrastrara a la tristeza era importante, lo importante ahí era que tal vez sus hijas llegarían tarde a la escuela si no las despertaba ahora, pero se veían tan en calma y tan cómodas que no tenía corazón para hacerlo.

Afortunadamente, Towa se removió incómoda, con su brazo un poco acalambrado por la forma en que se le doblaba debajo del estómago; pestañeó ciertamente irritada, denotando sus ganas de seguir durmiendo.

-Arriba. –Sesshomaru musitó con voz grave, sacudiendo los cabellos de su hija para activarla. –Deben prepararse para la escuela.

-Papi. –Masculló somnolienta. –No quiero ir a la escuela, el primer grado es muy difícil. –Se quejó volviendo a acomodarse sobre su padre.

-Sí, es difícil. –Suspiró. –Pero deben darse prisa, su hermano las recogerá pronto.

Luego de dar un gran esfuerzo para levantarse, los Taisho estuvieron listos para partir; las gemelas se dirigían a la escuela, Sesshomaru y Rin al aeropuerto a tomar un vuelo hacia Corea del Sur y poder prescindir la magnífica inauguración de su primer hotel en el extranjero.

Se irían por tres días, solo tres días para volver a tiempo para la boda de Yue y Hiro, en la que, por supuesto, serían padrinos.

Hiro se lo había hecho prometer a Rin en el hospital cuando Yue se mantuvo internado, antes de convertirse en novios, cuando el sufrimiento ahogaba a la castaña a más no poder, cuando estaba por irse.

Lo que antes había sido una promesa sin fuerza ni propósito estaba a punto de volverse realidad en tan solo unos días.

Hiro y Yue se casarían, Rin y Sesshomaru los apadrinarían para enfatizar aún más su relación con los muchachos.

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