Sentimientos

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Cuando se dio cuenta ya la tenía prisionera entre sus brazos, pegando su cuerpo al suyo todo lo que podía. Solo aguardaba, solo esperaba a que Rin le indicara qué era lo que quería hacer con él para hacerlo. Su cuerpo ya había empezado a acalorarse, los blancos mechones de cabello que se pegaban a su frente a causa de la humedad estaban comenzado a ponerse tibios.

Sí, la complacería si ella se lo pedía. Si ella le pedía besarla lo haría, si ella le pedía tocar su cuerpo la tocaría de la forma más delicada que pudiese, si ella le pedía quitarle la ropa lo haría lentamente disfrutando cada segundo, si ella le pedía acostarse con él...






Desde aquel día algo había estado revoloteando dentro el pecho de Rin, algo que la mantenía intranquila, pero a la vez la hacía soltar largos y suaves suspiros que aliviaban sus pensamientos. Siempre había disfrutado la compañía del señor Sesshomaru, pero desde entonces, su excesiva cercanía llegaba a ponerla nerviosa, escucharlo llamándola se había convertido en una necesidad y cada que él la miraba su corazón latía mucho más rápido.

¿Qué era todo eso? ¿Habría brotado de repente? ¿O será que siempre estuvo ahí esperando por salir? Quién sabe.

Era difícil concentrarse en las clases tratando de descifrar algo tan enigmático como eso; pasaba horas tratando de averiguar por su cuenta lo que ella significaba para el joven amo, pero sus expresiones y su comportamiento en sí eran tan insípidas como siempre lo habían sido. Desde que eran pequeños rara vez mostraba emociones diferentes en sus palabras o en su actuar; y Rin creía entenderlo, creía ser la única capaz de entender al muchacho tan callado e introvertido, pero por primera vez dudó de sí misma y de si algún día podría alcanzar el corazón de su indiferente amo.

Cuando estaba a su lado, no podía evitar mirarlo sin que él se diera cuenta, ver sus finas y pálidas facciones, sus blancos cabellos reposando en frente, esos encantadores ojos dorados, le causaban tanta paz. Y cuando estaban a solas, de tanto mirarlo podía incluso escuchar cada latido de su apresurado corazón.

-¿Qué es lo que te pasa? –La interrogó mirándola por el rabillo del ojo, creando un eco de sus oraciones en medio de la biblioteca de la casa. –¿Tengo algo en la cara? –Esta vez, Rin fue atrapada por su amo mirándolo mientras este estudiaba en la mesa de siempre. Sesshomaru se había percatado desde antes, pero decidió guardárselo por unos minutos, la atención de la chica se sentía realmente bien. Porque en realidad, él se daba cuenta de lo mucho que Rin lo observaba siempre, y eso le gustaba.

-¡Perdón! No era mi intención incomodarlo.

-Has estado rara desde hace días, ¿qué es lo que pasa?

-No es nada, lo siento.

-Si vuelves a hacer eso, me enfadaré contigo.

-¿Hacer qué?

-Nunca dices lo que piensas o sientes. –La enfrentó mirándola a los ojos. –Siempre te quedas callada e intentas complacer a todos, es por eso que algunos se aprovechan y te molestan en la escuela, no siempre estaré para cuidarte y no puedo confiarte a los incompetentes de InuYasha y Kagome; debes decir lo que sientes y piensas. Si algo no te gusta dilo fuerte y claro, debes ser valiente.

-Perdón por ocasionarle tantos problemas.

-No me creas problemas, solo... No quiero que sufras por eso en el futuro, no quiero que puedas llegar a pasar por malos ratos o que la gente se siga aprovechando de ti, nunca objetas nada o abogas por ti misma. Todo lo que piensas y todo lo que sientes es importante, todo aquello que te dé el impulso de hablar solo suéltalo, cualquier cosa que digas merece ser escuchada fuerte y claro.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora