Llorar en su lugar

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Los tres escucharon con atención. InuYasha la miraba con el ceño fruncido, no podía creer que su amiga tuvo que haber pasado por todo eso, sin que él pudiera ayudarla. Kagome la miraba con angustia, a punto de soltarse a llorar y de lanzarse a abrazar a su amiga. Sesshomaru la miraba con escepticismo, sentía que había algo que no estaba bien.






Desde uno de los tantos balcones de la mansión Taisho, el joven Sesshomaru parecía tener su mirada perdida hacia el jardín, aunque no lo estaba para nada así; en realidad, observaba cómo aquella chica castaña que parecía iluminar la propiedad completa, recogía flores del gran jardín detrás de la casa. Ella siempre solía pasar su tiempo libre ahí, cuando no estaba con él, se la pasaba el rato mirando las flores, lo que le permitía al muchacho poder contemplarla desde su habitación. Su mente seguía confundida, buscando la manera más apropiada para entender los sentimientos que tenía hacia ella y poder expresárselos; miraba su pálido rostro, sintiendo que su corazón latía más rápido cuando ella sonreía, e involuntariamente soltaba largos suspiros cada que la escuchaba reír.

Esa misma idea seguía dando vueltas en su cabeza, y quizá sería lo más certero... Se había enamorado ella. El cómo y el cuándo no importaban mucho, pero sí sabía por qué; había sido por todos estos años que pasó con ella, por todas las veces en las que lo acompañó sin decir nada, por todo el tiempo que pasó a su lado como si fuera el acto más grato del mundo. Él había caído rendido ante su ternura y su encanto quizá desde hace ya mucho tiempo, pero apenas se había percatado de ello.

-Rin. –La llamó aunque no lo pudiera escuchar, le gustaba tanto decir su nombre.

Pero como si realmente lo hubiera escuchado, algo hizo voltear a la chica que miraba en dirección al muchacho, haciendo que ambos cruzaran miradas. Ella le sonrió cálidamente, por dentro, su pecho se sacudió al percatarse que su amo la estaba observando; y él solo atinó a hacer un desabrido ademán que Rin tomó cómo suficiente. Se sintió un torpe por no poder hacer más, pero también feliz porque había logrado obtener una sonrisa de Rin.

En medio de su intercambio de miradas, Jaken aparecía en el jardín luciendo sobradamente alarmado, parecía incluso que sus ojos estaban llorosos. Caminó tembloroso hasta estar frente a su nieta, ella dejó de ver al amo Sesshomaru para prestarle atención a su abuelo, lo miró preocupada y escuchó lo que este le decía aparentemente entre sollozos. No podía escuchar lo que hablaban, pero al ver la reacción de la chica no pudo evitar ponerse alerta; ella se cubrió la boca por la sorpresa, aunque, más que sorprendida, parecía aterrada y triste. Negó repetidas veces con la cabeza y, como si recordara algo, giró a ver a su amo, lo miró con tremenda tristeza y de inmediato corrió hacia adentro de la casa. Él entendió que se dirigía a verlo a él, así que salió a su encuentro.

¿Qué era lo que la había hecho ponerse así? ¿Qué le dijo Jaken? Odiaba verla llorar, odiaba la idea de que Rin sufriera de cualquier modo. Bajó las escaleras lo más rápido que pudo, atravesó pasillos y salones hasta toparse finalmente con Rin en la sala del primer piso, quien ya tenía las mejillas rojas y estaba ahogada en llanto.

-Señor Sesshomaru. –Lo nombró y sin poder contenerse, se lanzó hacia él.

Sesshomaru la envolvió en un profundo abrazo para consolarla, la rodeó con sus largos brazos y acarició el suave cabello de Rin. Aspiró su aroma, sintió su cálido y pequeño cuerpo pegarse al suyo de manera desesperada.

-¿Qué es lo que pasa? –Inquirió seriamente.

-Mi señor... -Sollozaba.

-¿Qué es lo que te pasó? ¿Por qué lloras? ¿Qué tienes? ¿Qué debo hacer para que dejes de llorar? –Preguntó un tanto desesperado, realmente lo preocupaba verla en ese estado.

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