Nací para estar contigo

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***Advertencia***

Este capítulo contiene narración explícita de escenas que pueden ser inapropiadas para algunxs lectorxs. Por favor sean responsables y discretxs con la lectura. 

¡No se pierdan las sorpresas en los anuncios que tengo para ustedes! ✨

Disfruten. :)


-Es gracioso. Quién diría que de en solo algunos meses tuvimos que pasar días sin comer para pagar las deudas de nuestros idiotas padres y ahora podemos estar en una fiesta como esta. –Arrojó mirando fijo a un punto al azar, recordando con amargura las precariedades a las que estuvieron sujetos alguna vez.

-Es una locura. –Confirmó. –Pero creo que estamos bien. Desde que regresé a casa, todo estuvo bien.

-De verdad perteneces aquí.




Su tranquilidad era inigualable, podría jurar que nadie en el mundo podría gozar de la paz de ese de la misma manera que él porque nadie más tenía el privilegio de dormir al lado de Rin, su magnífica esposa. Ella irradiaba un aura cálida y bondadosa que velaba por su sueño sin siquiera estar consciente, lo acogía en sus brazos suavemente haciéndolo caer en un ensueño maravilloso, él podía envolverla con sus brazos perdiéndose entre las curvas de su cintura y sus caderas.

No podía pedir nada mejor.

Pero de repente, esa paz se vio interrumpida por un súbito golpe, algo ligeramente pesado cayendo sobre él sacándole el aire a la fuerza, pues había caído directo en su estómago. Cerró los ojos con fuerza, irritado y fastidiado, pero contento.

-Papá, ya despierta. –Le ordenaba una dulce y tierna vocecita, parecida a la de Rin cuando era niña. –Papá. Papá. Papá. Papá. –Le repetía sin cesar castigando los tímpanos de Sesshomaru.

-Cariño. –Rin lo llamó somnolienta pegando su rostro a la almohada. –Tu hija te está hablando.

-Salió de ti, es tu hija. –Masculló negándose a abrir los ojos.

-¿Acaso yo la hice sola? –Inquirió incorporándose en la cama. –Despierta, de todos modos, debemos levantarnos.

-Papá. –Insistió. –Levántate, debo darte un beso de buenos días.

Sesshomaru por fin abrió los ojos, topándose con su segundo gran amor, una pequeña niña castaña de cinco años, con los cabellos largos y rebeldes, con ojos ligeramente rasgados como los de él, pero con el color de los de su mamá. Al verlo despertar se abalanzó hacia él aferrándose de su cuello, él abrazó el pequeño cuerpecito tratando de trasmitir todo el cariño que sentía por ella; Rin se unió al abrazo siendo sostenida de la cintura por su marido. De repente, una pequeña cabecita con alborotados y blancos cabellos como los de él se asomaba por el marco de la puerta. Esa escena... era algo que nunca antes se había imaginado, estar tan en paz, en un ambiente tan cálido, con dos de las mujeres que más adoraba entre sus brazos, conteniendo todo su mundo en un solo instante.

Era precioso, era sublime y de empíreo.

Él... era tan feliz.

Y eso... no era nada más que un sueño.

Abrió los ojos con naturalidad teniendo como vista inmediata el pulcro rostro de Rin, con los ojos cerrados y respirando con suavidad, seguía dormida. Su corazón latía alegremente, un gozo repentino comenzó a saltar dentro de su pecho. Ese sueño, había sido maravilloso, nunca antes había sentido ese tipo de dicha, ni por su mente había pasado que algo así pudiera traerle tanta felicidad. El solo imaginar formar una familia con Rin... No. Ya era una familia, desde que se casaron se convirtieron en una pequeña y feliz familia, pero, ¿y si agregaban otro miembro más? ¿Qué pensaría Rin sobre tener un hijo?

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora