Había una vez un niño solo en un piano

371 29 38
                                    

Lo sabía, siempre lo supo... Pero el recuerdo le dolía y ese dolor la aterraba.







Una tormenta se había desatado en Osaka, el agua torrencial depuró todo el daño que se había pretendido cometer, pero no por completo.

La lluvia los había salvado de un destino peor que el que ya se les había escrito, al menos no habían sido consumidos por el fuego gracias a la tormenta.

Yue la sintió como una oportuna bendición y al menos pudo darse un respiro, pero no por completo, porque apenas logró distinguir el escándalo que comenzaba a hacer la gente de afuera supo que pronto lograrían salir de ahí, solo restaba esperar a que la ayuda llegara.

Mientras tanto, Towa no podía dejar de llorar, tampoco podía permitirse soltar a su hermana.

-Towa, no tengas miedo, vendrán pronto a ayudarnos. –Yue trataba de tranquilizarla, estirando su brazo para llegar a rozar su manita.

-Quiero a papá. –Chillaba desconsoladamente. –Quiero a mi papá.

-Papá vendrá pronto también. Apenas se entere de que nos hicimos daño vendrá por nosotros.

-Tengo sueño, Yue. –Decía cada vez más débil.

-No, no hay que dormir, no cierres los ojos. –Suplicó tratando de mantener la calma. –Vamos a cantar, ¿sí? O... ¿Quieres contarme la historia de amor de mamá y papá?

-Tú eres... Quien siempre... La cuenta.

-Es tu turno, veamos si me has puesto atención. –La alentaba con cierto desespero. –Anda, cuéntamela.

-Había... Había una vez... Un niño solo en un piano. –Musitaba con un gran esfuerzo, pues sus párpados le pesaban demasiado.

-Sí... ¿Qué más?

-El niño siempre se sintió... Solo. Siempre quiso que alguien... Yue, ya no puedo. –Estaba tan cansada.

-Sigue... No te duermas, Towa.

-Siempre quiso... El niño... Hasta que escuchó a una niña llorar... Y... Y... -Ya no pudo más, sus ojos se cerraron.

-Towa. –Más que nunca, Yue luchó contra todo su cuerpo, sin importar que su pierna se remoliera más entre el asiento y el cofre aplastándosela, tenía que llegar a las gemelas y hacerlas despertar, tenía que llegar a ellas a como diera lugar.

Pero él también estaba cansado.

-Towa... Setsuna. –Las llamaba tan alto como su garganta se lo permitía. –Towa... Setsuna...








Las horas pasaban y el matrimonio Taisho seguía con ese sabor amargo en la boca, con ese hormigueo en las manos que se les extendía por los brazos y desencadenaba en su corazón en forma de irregulares taquicardias que les quitaban fuerza.

Estaban tan asustados, tenían tanto miedo, pero no entendían de qué.

Incluso cuando la ceremonia tuvo fin y todos los invitados se marcharon cayendo el anochecer, incluso cuando regresaron a su habitación. Estaban tan preocupados que ni por su mente pasó esa promesa del medio día de hacer de la cama un desastre.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora