Uno... Dos... Tres...

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***ADVERTENCIA***

Este capítulo contiene narración explícita bla bla bla, no adecuado para ustedes chiquillxs cochinones y pervertidxs. Ya se la saben. 🥴

¡No se pierdan el dibujto del final! 



-Tampoco me gustaría que siguieras así de cohibida. Tómate tu tiempo para subir de ánimos, ¿bien? –Rin asintió. –¿Cómo te sientes?

-Bien... gracias por ser tan comprensivo conmigo.

-Ahora ve a la cama, tengo que castigarte.



La mañana era fría, las ramas de los árboles ya solo quedaban con algunas hojas teñidas en anaranjados y rojizos colores, las ventanas escurrían empañadas por fuera, pues dentro de la casa, el calor estaba al tope. Debajo de las cobijas, Sesshomaru se removía entre las piernas de Rin, hundiendo su rostro entre su húmeda intimidad, succionando su punto de placer cargado de ímpetu, hundiendo sus dedos en la carne de los exquisitos muslos de su mujer para obligarla a abrir más las piernas.

-¡Mi señor! –Gemía incontrolablemente, sin remedio, sin pudor, sin molestarse en bajar la voz; aferrándose a las sábanas con fuerza. –Oh querido... es delicioso.

Los gritos de su esposa no hacían más que estimularlo, lo motivaban a hacerlo cada vez mejor, lo incitaban a complacerla por completo. Aceleró los movimientos de su lengua, intercalando sus penetraciones orales con la succión de su clítoris, sin olvidar los puntos exactos que a Rin la hacían delirar, siempre teniendo presente llenar de placer a su castaña.

Rin sintió su pelvis dar efervescentes punzadas, placenteras y estremecedoras. Llevó una de sus manos a la cabeza de Sesshomaru para empujarlo y obligarlo a llegar más lejos y, conociendo sus gustos, tiró de sus blancos cabellos asegurándose de mostrarse ruda. Y funcionó, pues la agresividad de la boca de Sesshomaru se entrometió más en su sexo aumentando el volumen de los gritos de Rin siendo alcanzada por un satisfactorio orgasmo.

Sesshomaru se levantó dejando que la humedad de Rin se escurriera entre sus piernas, mirando complacido el cuerpo desnudo de su esposa, temblando por el éxtasis, con la respiración agitada por tanto gritar, toda dispuesta para él. Solo para él.

-En cuatro. –Ordenó autoritario siendo obedecido sin objeciones. –Buena niña. –Dijo contemplando los exquisitos glúteos de Rin a su total disposición; pasó su lengua por las comisuras de sus labios para eliminar los rastros de la intimidad de su chica, pero también para saborearse el exquisito manjar que iba a penetrar una vez más. El trasero de Rin le encantaba.

Sin ningún otro aviso, la tomó de las caderas para para entrar en ella poco a poco, dejando salir el aire en un suculento jadeo mezclándose con la voz femenina. De inmediato comenzó sus embestidas, lentas pero repetitivas, firmes pero delicadas; sus caderas se movían magistralmente.

-Rin... –Gruñó excitado. Nombrarla mientras le hacía el amor le encantaba. Le ayudaba a confirmar que eso no era un sueño, que realmente tenía a aquella maravillosa mujer a su merced, que era nada más ni nada menos que Rin a quien estaba entregándole todo y recibiendo todo de ella. La misma Rin de la que se enamoró cuando era niño, su primero amor, la misma Rin a la que buscó con desesperación por tantos años, la misma Rin a la que se atrevió usar para salvar su pellejo y que ahora amaba como nunca pensó amar. Esa Rin que lo volvía loco con su ternura y su sensualidad, esa Rin que sacaba su lado voluble, esa Rin que lo hacía perderse en su interior.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora