Cartera

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Se sentaron frente a frente el uno del otro con Miroku en medio de ambos tecleando en su computadora.

-Taisho Seshomaru como la Parte A y Hayashi Rin como la Parte B declaran que en el siguiente acuerdo... -Rin comenzó a dictarle a Miroku, pero Sesshomaru la interrumpió.

-Taisho. –La corrigió. –Tu nombre es Taisho Rin.

Ella le lanzó una filosa mirada, mientras una leve y sarcástica sonrisa se levantaba en sus comisuras. Le encantaba la manera en que osaba desafiarlo; las ganas de abalanzarse hacia ella y besarla lo consumían, pero debía ser paciente. Ya lo había hecho dos veces, enamorarla una tercera vez sería un tanto más complicado, pero no imposible. Después de todo, él sabía a la perfección cómo llegar a ella.



Irasue terminó con dolor de cabeza luego de escuchar el relato de su hijo. Se masajeaba la cien con las yemas de sus dedos, sus ojos los mantenía cerrados por el sueño que tenía, ya era tarde y ahí estaba, tratando de ayudar a su hijo a resolver sus tontos problemas como si este fuera un adolescente y no un hombre de ya veintinueve años.

-¿Y luego? –Lo incitó a continuar.

-Luego llegué a la casa y encontré un desastre en la cocina, Rin ya no estaba. Salí a buscarla y luego de no encontrarla vine hacia acá. –Respondió ya harto. –No sé por qué se fue... ¿fue porque demoré en llegar a la casa?

-Los dos conocemos a Rin, sabemos que no haría un berrinche de este tamaño solo porque te quedaste trabajando hasta tarde en tu cumpleaños. –Dijo con fastidio, pero luego se incorporó como si hubiera recordado algo importante. –Es cierto, feliz cumpleaños, hijo, ¿recibiste el obsequio que te mandé a la oficina? –Preguntó como si no estuvieran tratando un asunto más importante.

-Madre... No me interesa eso ahora. Lo que me importa es saber si Rin se enteró de que estuve con Sara.

-Hmp. Qué grosero... Bueno. –Suspiró. –¿Y cómo, según tú, se enteraría? –Sesshomaru no la miraba, sino que tenía su vista clavada en un punto al azar, pensando, recordando algún detalle que se le haya pasado, preocupado por el paradero de su esposa porque, a pesar de que sabía que estaba bien, aún le preocupaba porque se fue pensando en que él la había traicionado. –Piensa bien, hijo. ¿Hubo algún modo en que Sara pudiera decirle que estaba contigo? ¿Hablaste por teléfono con ella mientras estabas en la oficina?

Sesshomaru pensó en ello. No, no había hablado con ella, solo envió un mensaje.

Revisó su teléfono por si acaso, por si debido a algún error hubiese enviado algo que no debió; pero nada. Sus mensajes seguían igual solo la foto de ella y su mensaje anunciando su tardanza. Fue a la sección de llamadas y solo encontró las casi cien que le hizo a ella hasta que...

-Una llamada entrante. –Musitó para sí mismo. –Debajo de todas las llamadas, estaba una llamada que Rin le había hecho más o menos a la hora en que él salió de la empresa. –Mierda. –Gruñó entre dientes.

-Bingo. –Irasue dedujo sin emoción alguna, pues al fin el tonto de su hijo había encontrado algo que pudiera resultar útil. –¿Y bien?

-Rin me llamó, pero yo no atendí. –Dijo conectando todo. –Cuando me fui a quitar el café del cabello... dejé mi celular en la mesa. Fue ahí que debió haber llamado.

-Y si no aparece como llamada perdida entonces...

-Sara fue quien respondió. –Concluyó incrédulo, sintiéndose el idiota más grande del mundo por haber cometido un descuido como ese.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora