47| Del gris más feo

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DEL GRIS MÁS FEO

Railey

Edward me abrazaba de lado con posesividad mientras lanza mirabas respectivas a Pedro, pedro por el contario entabla una conversación con mama mientras me sonríe cada cierto tiempo, yo simplemente me divierto con toda esta situación.

Ellos, Edward, Pedro y mama, son ese alivio que necesitas y del que no te das cuenta hasta que te encuentras en una situación en tensión, mentiría si dijese que no estoy nerviosa, pero es un hecho que sus compañías me hace sentir mejor, es una sensación gratificante porque estoy segura de que si hubiera venido sola no habría logrado ni entrar por la puerta principal. Y está bien, está bien tener miedo, saber que es lo correcto, pero creer no poder hacerlo, créete incapaz, nos pasa a todos.

Si no existiría el miedo, el ser humano sería invencible, capaz de cualquier cosa, algo que podemos ser, pero de la que nos alejamos dejamos nuestra confianza en el miedo, en las excusas, en esa probabilidad que tan solo es eso, probabilidad nunca un hecho, además nosotros nunca tenemos en cuenta todos los factores pese a que pensemos que si, como podríamos serlo si somos humanos, como podría un ser de naturaleza subjetiva convertirse en uno de naturaleza objetiva en un momento de debilidad, decidimos quédanos en lo conocido y seguro. En el camino fácil. Esto nos hace incapaces, tan solo esto. Tan solo nosotros mismos. Nuestra propia persona es nuestro peor enemigo ni más ni menos.

En estas situaciones es cuando te das cuenta de todo eso, te das cuenta de las personas que están verdaderamente contigo, las que velan por ti, y ahí sientes esa esperanza que te susurra con miedo "puedes, puedes avanzar" "puedo mejorar, ellos me ayudaran". Y te sientes grande en un momento rebosado de fragilidad. Lo entiendes, entiendes lo que llevan tiempo diciéndote, tan solo es una etapa, un tramos, uno con salida. Y ahí aparece esa pequeña lucecita brillando alrededor de toda esa pesada oscuridad.

La esperanza nutre mis venas en ese preciso instante, entro agarrada de la mano de Edward, respirando con fuerza entre las acogedoras paredes de color crema.

- Estoy bien, estoy bien – me repito en mis adentro.

-Tranquila, estoy aquí - me susurra Edward, acariciándome el brazo, justamente donde una vena maraca mi pulso.

A veces pienso que Edward sería capaz de interponerse entre un tanque y mi persona. Me congelo de miedo de tan solo imaginarlo.

Mi ojos buscaron mi color favorito, el de sus ojos. Y no sabría explicar porque, pero de pronto noto como una lagrima suca mi mejilla. Edward junta nuestras frentes, sus brazos me resguardan como lo haría una abeja con su miel.

-Te quiero - le juro apoyaba entre la cavidad de su hombro y cabeza. Sus palmas se posan en mis hombros para levantarme, quiere que lo mire.

-Yo te amo – me dice y sonrío - Ya esa hora de abandonar esta fase, de mejorar, estamos a tu lado – asiento con la mirada.

-Lo sé, gracias – me sale desde el alma.

-Railey - ambos dirigimos la vista a mi madre que buscaba algo en su gran bolso, está a unos metros junto a Pedro - Te he traído esto - saca una libreta y un pack de lápices.

Con una expresión más animada me encamino hacia ella, mis manos rozaron el cuero verde de bloc del dibujo. El tacto es de lo más acogedor.

-Pero esto es... - levanto la vista, sus ojos brillaban con cariño y amor - Esto es... pero tú no me dejas gastar el dinero en lo que ya tengo - Sonrió.

-Bueno si, no me gusta que gastes dinero en lápiz y libretas cuando tienes mínimo quince, pero Faber Castell ha sacado una nueve colecciones y nada más verla me ha recordado a ti, además alguien aquí presente acaba de firmar un contrato con ellos durante un año.

Por que mierda me enamoré de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora