76 | Alimenta mi Ego, Alex

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ALIMENTA MI EGO, ALEX

Railey

Estoy muy nerviosa, creo que en mi vida me había sentido tan nerviosa, ni cuando tuve que pedirle en sexto grado a Jacob Beker que fuese mi pareja de baile en el musical anula del instituto, pero el niño, porque por aquel entonces éramos solo eso, niños, estaba muy colado por mí, todo el mundo lo sabía incluida yo, Jacob no podía hablar, no con normalidad al menos, cada vez que estaba cerca de mi balbuceada, a mí eso me parecía adorable, aunque no quito el hecho de que me diese una vergüenza enorme pedírselo yo, técnicamente debía perímelo él, Jacob era el chico, eso es lo que veía a mi alrededor, estuve una semana de los nervios, pero finalmente se lo pedí y... lo demás es historia.

Pero ahora ese nerviosismo esta duplicado, triplicado, cuatriplicado, y todos los números seguidos terminados en "plicado" que existen.

Tengo que respirar, de hecho, lo estoy haciendo, ese era el problema, respiro demasiado. Cierro los ojos y pego mi espalda en la pared de tonos marrones como si de madera pura se tratase, mis manos tiemblan agarrando con los puños las prendas.

Madre de dios, tú puedes Railey, solo es un chico, solo es... Alex

Dios mío, es Alex.

Si le dijeras a mi yo del pasado exactamente a la que vertió zumo de naranja encima de Alex aquel primer día de clases, que ahora estaría temblando por la proximidad de "ese mismo Alex" seguramente te respondería con un, ¿Qué mierda te has tomado?

Lo que siento ahora no es ni medio normal, es demoledor, es la palabra exacta, como si me hubiera demolido los huesos un tractor, un tractor grande y pesado...

- ¿Señorita está usted preparada? – dice una voz masculina al otro lado de la pared.

Parpadeo volviendo a la realidad.

-Hammm no aún... dentro de... casi... – Digo mientras me desvisto a toda prisa, elevando mis brazos por lo alto para sacarme el vestido de algodón, quitándome la camiseta interior juntos a las mallas negras que recubrían mis muslos.

La calefacción hace que me sienta de lo más agradable, me apresuro a meter mis piernas en los vaqueros ajustados de color azul oscuro, me estoy colocando el polo blanco cuando vuelvo a escucharle hablar:

-La doncellas pueden facilitarte la tarea... – pongo lo ojos en blanco, Alex tenía que traerme a aun hipódromo privado y caro para pijos, por lo menos era sofisticados y hablaban castellano, no me extrañaría que pidieran como condición para trabajar aquí el hecho saber varios idiomas.

-No hace falta gracias – respondo aun ocupada en mi tarea.

-Insisto.... – subo la cremallera del chaleco verde oscuro y abro la puerta.

Se calla y yo abro los ojos al ver a las dos mujeres que tiene a cada costado, "doncellas" ¿enserio? se vestirme gracias, ahora como le digo eso sin sonar una maleducada.

-Señorita podemos ayudarla con el peinado – elevo las cejas el escuchar por decima vez la palabra "señorita", no me molestaba con Eliette Blanchet hace unas horas, porque de su boca sonaba como signo de educación nada más ni menos, pero con los del hipódromos me sienta como la bruja con poder de la historia, con ellos como esclavos a mi alrededor dispuestos a complacerme.

-Ham si gracias – me obligo a sonreír, el hombre sale dejándome con las mujeres, que me rodean para comenzar a colocarme el cabello en una coleta alta, mientras yo me quedo sentada frente al espejo mirando cada acción como si no tuviera manos.

Por que mierda me enamoré de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora