29 | Quédate conmigo, eres el único que necesito

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QUEDATE CONMIGO, ERES LO ÚNICO QUE NECESITO

Railey

Amanecí con un mal estar peor que el de anoche, con un sentimiento asquerosamente doloroso en el pecho.

¿Pero que mierda me pasaba?

Sabía que era por Alex, pero por el amor de dios, ni que fuera mi novio de nueve años y que me hubiera dejado ayer.

No hace falta que os diga que no se como siente eso, pero peor que esto imposible.

De repente una figura entra en mi campo de visión impidiendo que siga pensando en mis desgracia. Cruza por la puerta canturreando como aquella vez:

-Buenos días Railey, mi hermana favorita, la mejor del ...

Al ver mi rostro se paraliza.

-Espera - me dice como si estuviera haciendo algo para parar, en fin.

-¿Qué? - pregunto.

-¿Primero porque esta la puerta abierta?

-Se me habrá olvidado cerrarla - respondo indiferente moviendo los hombros.

-Railey no puedes...

-Vale si lo entiendo - le interrumpí descaradamente.

Se nota que me había levantado con un humor de perros.

-¿Lo segundo era? - lo anime que me continuase para perderlo de vista lo antes posible.

Vale eso último sobraba y por mucho que lo pensaba, no era lo que sentía realmente.

-¿Como es que estas despierta? - pregunto perplejo mi hermano.

-Puedes disimular un poco tu asombro me ofendes - espante mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho.

-No Railey, ¿estas bien? ¿Sigues teniendo fiebre?

Es se acercó altamente preocupado, poso su heladora mano sobre mi frente.

- ¡Aii! - me queje.

Retire su mano con más delicadeza de la que voy a admitir.

- Estoy bien - le dije indignada.

-¿Estas segura? yo te veo...

Espere el final de la oración pero nunca vino.

-¿Estoy que? - pregunte un poco asustada, al ver sus verdosos ojos analizandome con delicadeza.

-¿Que? - insistí .

El hizo el ademan de acercarse, se encontraba sentado en el pie de la cama, hasta que decidió posicionarse más cerca.

-Edward me estas asustando - le confesé.

- Deberías estarlo - me aseguro.

Enmarque mi ceja levantada en busca de contexto, pero no me lo dio, me atacó.

Y antes de si quiera parpadear, tenía sus su gálicas manos sobre mi dorso.

-No - le suplique con la mirada.

-Lo siento, pero tu humor amargo me obliga a hacerlo.

El ignoro mis suplicas y me agarró por la cintura pasando sus fríos dedos sobre mi piel protegida por el pijama, obligándome a sonreír y reí como si no hubiera un mañana.

- ¡Para! - grite con una oleada de emoción.

Mi pecho subía y bajaba estrujando mi aborrajado y divertido corazón, sus dedos seguía recorriendo mi tripa mientras yo era incapaz de dejar de sonreír.

Por que mierda me enamoré de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora