Capítulo 122: Ángel caído

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Dirigiéndome a los arqueros, alcé una mano de manera firme y determinada. Mis músculos estaban en total tensión, crispados por la adrenalina.

Sin esperar, ordené que lanzaran las primeras flechas con llamas al mar en cuanto yo comenzara el ataque. 

Cuando mi flecha cayó en el agua, las de los demás no tardaron en hacer lo mismo. Las olas comenzaron a encenderse de un fuego azul iridiscente.

Mi mirada estaba fija en el horizonte, viendo a través del muro de llamas, que los barcos seguían avanzando. En cuanto pasaron el fuego, numerosas embarcaciones ardieron y se derrumbaron. Sus tripulaciones fueron arrastradas por las sirenas, quienes combatían ferozmente. 

Mi mirada se centró en la kitsune, estaba esperando su señal. 

De repente, una silueta negra voló sobre el muro de llamas, extinguiéndolo por completo. Los demás barcos llegaron muy rápido y la invasión dio comienzo. 

Miiko alzó el brazo al cielo, con gracia y determinación.

Miiko: ¡Por Eldarya!

Todos: ¡¡¡Por Eldarya!!!

Con un movimiento conjunto, corrimos hacia la playa y también hacia el agua. ¡El combate por fin había comenzado!

A pesar de la ayuda de las sirenas, muchos camaradas de los daemons consiguieron llegar a tierra. 

La batalla era feroz... Por primera vez en mi vida, sentí que podía perder la vida en cualquier momento. Debía ser, imperativamente, más fuerte que ellos.

En ese momento, un ogro se acercó a mí, esperando aplastarme como a la hormiga que parecía a su lado.

Esquivé su primer golpe, sin dificultad. Si él tenía la fuerza de su lado, yo tenía la rapidez del mío.

Viendo que me estaba imponiendo a él, mi adversario comenzó a subir las escaleras, pero lo perseguí.

Seguimos peleando y, debía reconocer que era mucho más fácil desplazarse por tierra que por la arena. Algunos golpes bien dirigidos me permitieron inmovilizarle. Ahora se encontraba completamente a mi merced.

Amarré sus extremidades y golpeé su cabeza con un rayo de luz para dejarlo noqueado por unas horas. No soy nadie para juzgar si debe seguir con vida o no. Si ganamos esta batalla, será el pueblo quien decida su destino. 

Apenas había comenzado a caminar de vuelta a la playa cuando escuché un grito proveniente de la madriguera.

???: ¡Socorro! ¡¡¡Que alguien me ayude!!!

Parecía la voz de un niño...

???: ¡¡¡SOCORRO, ME ATACAN!

Necesita mi ayuda, ¡debo encontrarle!

Al acercarme a la madriguera, pude reconocer a Milo. Estaba arrinconado por dos sátiros, mientras pedía ayuda llorando.

¡¿Qué hace aquí?! ¡Creí que habíamos evacuado a todos los civiles!

Sin pensarlo dos veces, me lancé sobre los agresores. Al principio se sorprendieron de verme, sin embargo, consiguieron sobreponerse a mí. Estaba en inferioridad numérica...

El suelo tembló, y un pesado zumbido se escuchó a lo lejos. 

Seryphon: ¡BROA! ¡BROA!

Un seryphon que venía del cielo, se lanzó sobre uno de los sátiros. 

Chestok: ¡¡¡Ssss!!!

Y Schwarz, el chestok de Chrome, apareció repentinamente a su lado para atacar al otro.

Eldarya Aengel PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora