CAPITULO 12: UN NUEVO AMIGO

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Estábamos con nuevas ropas y nos detuvimos debido a algo extraño que percibían nuestros oídos. Había un sonido muy bajo que parecía el de una máquina descompuesta. Obviamente no era algo de qué preocuparnos pero nos daba cierta intriga por saber que era. El sonido provenía de la caja en la que se pagaba, el compartimento del dinero estaba a medio abrir y el sonido al acercarme se oía con más claridad.

La abrí por completo y había mucho dinero. Julian se quedó viendo aquella colección de billetes con los ojos brillantes y dijo:

—Esto nos va a venir de maravilla.

—¡Por favor! —Agregue —Éste dinero no nos servirá de nada con el mundo patas arriba.

Rachel soltó una carcajada, pues le había causado gracia.

—No me importa, el dinero sigue siendo dinero —Dijo en tono burlón.

Me eché a reír y le respondí:

—Vale, vale.

Julian tomó el dinero y se lo guardó en sus bolsillos. A él le encanta el dinero y ver esa cierta cantidad de billetes le daba remordimiento dejarlos allí tirados.

Salimos del almacén con el humor un tanto arriba y con un dulce aroma a nuevo que a todo el mundo le gustaba.

—Hay que ir por el auto —Dije.

—¿Cuál auto? —Preguntó Rachel.

—¿En serio se te olvidó?

—Jajaja Rachel... El auto que dejamos en el centro comercial cuando nos secuestraron —Respondió Mariana con una hermosa sonrisa.

—Ah, es verdad. Se me había olvidado por completo.

No había ningún caminante rondando por las calles, excepto un cuerpo que yacía en la mitad de la calle. Ignoramos por completo aquel sujeto inmóvil y nos alejamos de ese lugar.

Estaba llegando el atardecer así que decidimos sentarnos en unos bancos que había en la calle y vimos el firmamento. Una de las cosas que caracterizaba a Manizales eran sus hermosos atardeceres. El cielo se tornaba rojo, amarillo y naranja; era simplemente hermoso... Hacía buena combinación con las montañas que se veían a lo lejos.

Mariana recostó su cabeza sobre mi hombro derecho y yo acariciaba su cabeza tocando esos hermosos cabellos rubios que me enloquecían.

Mariana al sentir dichas caricias se sonrojó y por mi parte mi timidez me hacía temblar.

—¿Estas nervioso? —Preguntó.

—¿Yo? no... Para nada —le respondí mientras miraba a todas partes.

—Estás nervioso—Aseguró mientras sonreía.

—Está bien... tú ganas. Digamos que soy un poquito tímido.

—¿Sabes una cosa? me encantan los tímidos.

Yo tragué saliva y mi rostro se tornaba rojo como tomate.

—Bueno... gracias. No sé qué decir.

—Tranquilo. Déjamelo a mí.

Nos quedamos mirándonos a los ojos por un par de segundos y me besó con esos suaves labios.

Julian y Rachel nos veían con caras pervertidas. Me quedé viéndoles con el rostro aún sonrojado y dije:

—¿Que?

Mariana aguantaba la risa y Julian respondió:

—Un poquito más y se violan aquí mismo.

Mariana, Rachel y yo soltamos una carcajada y nos echamos a reír. El laso de amistad se hacía más fuerte al igual que la confianza.

El Despertar ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora