CAPITULO 17: EL POBLADO

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La camioneta se detuvo en frente de una puerta hecha con láminas de metal. Uno de los que estaban en la torre de vigilancia gritó:

—¡Es la camioneta de Carl... y parece que necesitan asistencia médica urgente! —Dijo esto al ver al muchacho gravemente herido en su rostro.

La puerta se abrió arrastrándose hacia la derecha (Era algo como una puerta corrediza), al abrirse de par en par la camioneta avanzó y pudimos ver lo que había dentro de esas murallas improvisadas. Habían muchas casas, el lugar era bastante extenso, parecía una especie de pueblo, había personas adultas pasearse por todo el lugar como si no supiesen lo que pasaba en el mundo, había plantas, árboles, unos cuantos niños jugando fútbol y guardias por doquier, era como un pequeño paraíso en medio del infierno. Carl abrió la puerta y bajó, después le seguí bajándome junto con Mariana y Toby. Todos teníamos nuestros dos pies y cuatro patas en el suelo, lo siguiente que sucedió fue extraño y lleno de adrenalina.

Todos los guardias giraron su cabeza como cobras hacia nosotros, después apuntaron las armas hacia nuestra dirección y no teníamos otra alternativa que levantar las manos, todas las personas nos observaban con cara extraña y miradas feas.

—Otra vez no —Murmuré —Ahora que nos harán.

Mariana no pudo contenerse e hizo una hermosa sonrisa en medio de esa situación tan agobiante.

—¡No hagan nada! ¡Vienen conmigo, son los de la explosión!

Todos se miraban unos a otros hasta que bajaron las armas, los gestos de las personas cambiaron y para ser la situación mucho más extraña, aplaudieron.

Mariana y yo seguíamos con las manos levantadas:

—Creo que deberíamos de bajar las manos, ¿No crees? —Dijo ella.

Le devolví la sonrisa y las bajamos, Toby respiraba con la lengua afuera en medio de nosotros dos... Después del momento de "euforia", varios hombres bajaron de unos pequeños pasillos que comunicaban con las torres de vigilancia, corrieron hacia la camioneta con mucha prisa hasta que vieron al pobre joven herido y le dijeron:

—Hey, Chris... Tranquilo, sé fuerte.

—Díganle... a mi madre... que la amo. - Respondió el chico con dificultad.

—Pero si son heridas que se pueden tratar.

Después James se acercó al hombre y le susurró al oído:

—Lo mordieron.

—¿Que? - Dijo en voz baja —Eso es malo... Muy malo.

Cargaron a Chris y lo llevaron a una casa blanca de dos pisos que quedaba un poco retirado.

—¿Que le van a hacer? —Pregunté con cierta curiosidad.

—No lo sé, lo más probable es que se cumpla su voluntad.

—¿Y cuál era? —Preguntó Mariana.

—Tal vez mañana lo vean, no quiero hablar de eso ahora.

Después de una breve pausa nos pidió que lo siguiéramos. Le seguíamos el paso pasando por varias casas, un parque en el cual habían unos cuantos niños jugando y corriendo por todos lados; entre ellos un niño en silla de ruedas. Después de un rato llegamos a una pequeña iglesia de color azul claro. La incertidumbre de por qué nos había llevado a tal lugar era un poco notoria.

—No se preocupen, no los van a exorcizar —Dijo con una sonrisa amistosa.

Golpeó la puerta tres veces y por un corto lapso de tiempo todo era silencioso. Carl volvió a golpear la puerta tres veces y una voz femenina se escuchó desde el interior:

El Despertar ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora