CAPITULO 116: CINDY XIV

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Estaba asustada, me había lastimado la mano con la que sostenía la puerta, pero afortunadamente no era nada grave, era solo un fuerte golpe. También me había golpeado la cabeza, sentía dolor, pero, al igual que la mano, no era nada grave. Ese perro zombie se detuvo y observó al casillero que él mismo había tumbado... El mío. Apretaba la pistola con mucha fuerza y empezaba a temblar. Le perro ya estaba muy cerca de mí, tomé aire y aguanté la respiración para que no me escuchara. Mi miedo era tal que yo podía escuchar mis propios latidos, eso me preocupaba bastante, sólo hacía fuerza para que ese animal no me escuchara... Pero... mis súplicas fueron ignoradas. El perro empezó a gruñir, cada vez más fuerte hasta que empezó a atacar al casillero. Cerré mis ojos con fuerza y seguía en silencio, pero el perro intensificaba sus ataques, ya era inútil seguir en silencio, me había pillado.

Empecé a gritar del miedo, no quería disparar aún, más que todo porque me encontraba un tanto incómoda en la posición. El casillero se movía con brusquedad y yo solo seguía sosteniendo la puerta para que no se abriera, afortunadamente la puerta había quedado en un costado, porque so hubiese caído boca abajo, habría quedado encerrada.

—¡Déjame, maldito animal! —Gritaba con fuerza, queriendo que alguien me escuchara.

Lloraba del miedo, sentía que éste sería el momento de mi muerte. Mi hombro empezó a doler, más de lo normal, sentía que bajaba sangre por mi brazo y poco a poco me sentía baja de energías. Quería que algo o alguien me salvara, ese perro zombie no me debía matar así.

El metal del casillero empezaba a doblarse y el hocico del perro entraba más y más. Con mi pistola traté de apuntar y esperar el momento justo para dispararle. Cada que veía que ese hocico trataba de entrar, disparaba, pero no lograba atinarle. Habría disparado unas 3 veces y no había logrado ahuyentarlo o matarlo.

Se me había ocurrido una idea muy loca, era algo suicida. Dejar que el perro abriera la puerta y dispararle antes de que me mordiera. Era muy arriesgado y no tenía otra opción. Seguía llorando del miedo, me sentía bastante aterrada, esos colmillos estaban más grandes de lo normal.

Sin pensarlo, solté la puerta y ésta rápidamente se abrió. El perro trató de morderme, pero fui más rápida, efectué 3 disparos logrando darle un par en parte de su cuello y otro en su nariz. Al parecer, quedó aturdido así que aproveché y salí del casillero arrastrándome tan rápido como nunca lo había hecho.

Al levantarme, le apunté y le disparé una vez más, pude darle en una de sus patas, pero eso lo enojó más. Hizo unos ruidos espantosos que sentí todos mis vellos ponerse de punta. Dio unos cuantos pasos hacia atrás y emprendió una carrera hacia mí. Mis ojos los abrí más de lo que ya estaban de la impresión, su tentáculo empezó a salir y yo enseguida le volví a apuntar.

Estaba ya muy cerca de mí, justo cuando le iba a disparar, pegó un salto, rápidamente logré esquivarlo y el perro cayó sobre una vitrina. Los vidrios se rompieron haciendo que el animal se enterrara unos cuantos cristales. Le iba a disparar, pero cuando apreté el gatillo nada pasó.

—¡¿Ahora qué?! —Exclamé desesperada.

Por más que accionara el gatillo nada sucedía, de hecho, lo sentía más duro. El perro estaba atrapado en la vitrina, yo le daba golpes al arma para ver si eso servía de algo, pero nada era efectivo.

—¡Por qué demonios me pasan estas cosas!

No sabía lo que le había pasado, no sabía mucho sobre armas así que opté por correr y dejarlo ahí encerrado, pero cuando iba a emprender mi huida, logró salir.

Observé una vez más el arma y pude ver que la recámara no estaba cerrada del todo, así que la moví hacia atrás y una bala salió disparada, se había trabado. Calculé que me quedaba sólo un disparo, tan rápido ya había gastado casi todas las balas.

El Despertar ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora