CAPITULO 24: JULIAN Y RACHEL

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*Días antes de que William y los demás fueran en su búsqueda*

Se encontraban huyendo de algo, corrían por la boscosa montaña esquivando ramas y saltando sobre rocas, pocos metros más atrás los perseguían 6 hombres a toda costa, llevaban consigo machetes y lanzas. En sus brazos derechos tenían el símbolo de un ave roja; eran los Cuervos Rojos. Había pasado mucho tiempo desde que vieron por última vez a ese grupo, no se sabe cono fue que se encontraron, pero mis compañeros estaban en desventaja.

Rachel:

Estaba muy asustada, no teníamos armas para defendemos y esos desgraciados nos pisaban los talones, no conocíamos del todo el lugar pero habían muchas maneras de desaparecer de su vista, solo que había que correr un poco más rápido y escondernos.

Señalé con mi dedo un árbol el cual tenía el tronco grueso y perfecto para escondernos, nos desviamos por un pequeño atajo y nos recostamos en el duro cuerpo del árbol.

Sentimos las pisadas de los cuervos rojos llegar al lugar y detenerse, poco después daban pasos cortos y suaves, nos estaban cazando por así decirlo, sabían que estábamos en ese lugar y lo peor de todo era que se estaban acercando hacia nuestro escondite.

—¿Están seguros que se detuvieron aquí? —Preguntó uno de ellos.

—Si, yo los vi, esos malditos están cerca —Contestó.

—Ya revisamos todo a nuestro alrededor, no hay nadie, seguro siguieron corriendo —Dijo otro tipo cansado que recién llegaba.

—¡MALDICIÓN! —Gritó dándole un golpe al árbol.

Julian y yo sentimos el golpe, no pude evitar suspirar del susto, Julian reaccionó y me tapó la boca en seguida.

—Ssshh... ¿Escucharon eso? —Preguntó el que había golpeado el árbol.

Nuevamente el tipo golpeó el árbol y esta vez pude contenerme, avanzó un paso más al frente y pude ver su nariz aparecer por detrás del tronco, me puse nerviosa y respiraba cada vez más fuerte.

—Olvídenlo —Retrocedió —Sigamos el camino. Mierda, se nos escaparon.

Escuché como los pasos se fueron volviendo más débiles hasta que por fin se alejaron, deslicé mi espalda sobre el tronco y me senté con mi corazón latiendo a mil, por poco nos descubren. Observé a Julian y le di un abrazo seguido de un beso, necesitaba tranquilizarme. Poco después pude notar que no traía su camisa.

—¿Desde cuando estás sin camisa?

—¿De qué hablas? —Preguntó dirigiendo su mirada hacia su pecho —¡¿Pero qué...?! ¿Que se hizo?

—No lo sé, pero bueno, seguro encontraremos algo.

—Ojalá no acostumbro a caminar sin camisa, me siento raro.

Julian:

No recuerdo como perdí mi camisa o donde habría quedado, de seguro se rasgó sin darme cuenta y cayó en cualquier lugar.

En estos días hemos estado durmiendo en la montaña, no hemos descansado muy bien que digamos porque dormir a la intemperie sin fogata es un calvario. Los mosquitos me tienen loco y muy picado, tengo ronchas en mis brazos y en mi cuello. Tenemos hambre y necesitamos beber agua. Recordé que habíamos pasado por unas casas cuando corríamos, le avise a Rachel y sin duda decidimos ir allí.

Justo al dar 3 pasos hacia el frente sentí un pequeño temblor que tenía un ritmo muy lento, cada vez se hacía más fuerte, parecían pisadas de algún gigante, agudicé mi mirada y buscaba entre la vegetación lo que causaba esos pequeños temblores. Vi algo moverse entre las hojas, al hacerse un poco más visible lo que vi fue aterrador, un Forc totalmente distinto a los que habíamos visto anteriormente. Este era más musculoso, se le veía más grueso y sin duda alguna era muy agresivo. Rachel y yo nos volvimos a esconder en el árbol, en el tronco que nos había salvado la vida de los cuervos rojos. Las pisadas se sentían más cercanas y al escuchar el gruñido del Forc, sentía que por mis venas pasaba hielo, el sonido era muy grave y con solo escuchar eso se podía sentir la fuerza y el daño que esa cosa podría causar. Rachel temblaba demasiado, yo por mi parte la respiración se me entrecortaba, jamás había sentido tantos nervios en mi vida, encima no teníamos armas ni nada con que defendernos. Las pisadas cesaron y de repente escuchamos como el Forc hacía ruidos con su nariz como si tratase de oler algo o si hubiese percibido algún olor. Me iba a desplazar hacia la orilla del tronco para poder ver lo que estaba haciendo o si se alejaba, en ese momento me olvide que el suelo estaba lleno de hojas, dí una pisada y las hojas que pisé sonaron. El Forc giró su cabeza a la velocidad de la luz y empezó a dirigir su mirada a todas direcciones. Cerré los ojos haciendo fuerza de que no se acercara pero fue en vano. Las pisadas se volvieron a sentir y esta vez se dirigían hacia nosotros, tal y como pasó con los hombres de los cuervos rojos.

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