CAPITULO 115: EL PRESIDENTE III

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La noche había llegado a la ciudad, era silenciosa, tenebrosa y bastante impredecible. Los guardias caminaban de un lado a otro vigilando las calles y las entradas, habían bastantes personas observando las ventanas, como si estuviesen esperando a que pasara algún evento. Yo, al igual que la mayoría, estaba viendo por la ventana, la luna llena en los cielos daba cierto miedo con esas nubes a su alrededor... ¿Quién iba a pensar que con solo ver la luna así daría miedo? Quizás era por esos malditos zombies caminando en todas partes... Y como Bogotá es... o era una ciudad muy poblada, demasiado congestionada, pues obviamente había una cantidad de zombies alarmante, tanto, que ya había jodido una parte del muro.

A lo lejos lograba ver siluetas moverse lentamente, otras corrían y en algunos casos, se quedaban parados en un mismo sitio. Cristina estaba conmigo, pero ella en vez de mirar por la ventana, estaba recostada sobre un sofá.

—¿Tienes sueño? —Pregunté.

—La verdad si... Y no quiero ir a mi cuarto, me da mucha pereza.

—¿Es en serio? —Dije con una sonrisa —No puede ser... ¿En estos momentos?

—No quiero sonar descarada, pero hay soldados vigilando todo, si algo pasa pues... Nos daremos cuenta a tiempo.

—Agradece que esta noche se ve "tranquila". Mantente alerta por si algo pasa.

—No creí que diría eso... Pero en serio que estoy casi dormida.

—Está bien, no te preocupes. Duerme, pero creo que sería mejor en una cama.

—Pppfff —Hizo Cristina —Estos sofás son muy cómodos, diría que la diferencia no es mucha.

Yo solté un par de carcajadas y la dejé en paz. Ella me hablaba con los ojos cerrados, estaba ya a punto de quedarse dormida. No sabía qué hora era exactamente, de todas formas, no me preocupaba, el reloj que tenía en mi cuarto se había dañado y había otros en las demás habitaciones. No tenía tampoco un reloj en mi mano, ya que, en este apocalipsis, me estorbaba en el brazo.

Más tarde, sentí que golpearon levemente mi puerta. Caminé hacia ella y la abrí sólo un poco para ver quién era. Pude ver que se trataba del jefe de la escolta, estaba un tanto serio.

—Buenas noches señor presidente.

—¿Pasa algo? —Pregunté con un poco de miedo.

—Bueno... No sé aún. Solo quiero avisarle que en el muro salieron unas nuevas grietas. Esto no me gusta para nada.

—No puede ser... ¿Cuánto crees que soportará?

—Es difícil decirlo, pero he visto últimamente movimientos un tanto sospechosos.

—¿A qué te refieres?

—No estoy muy seguro, pero tengo una hipótesis.

—Pues dila...

—Bueno... Sonará un poco extraño, pero puede ser que las mismas personas que estén aquí, traten de debilitar el muro.

—Tenías razón en decir que era extraño... ¿Por qué harían algo así?

—Quizás sea una distracción para algo, o solo quieren matarnos.

—No confío mucho en eso. ¿Quién va a destrozar el lugar en el que se siente seguro? — Le reproché, eso no tenía ningún sentido.

—En el mundo hay personas de todo tipo, locas, desquiciadas y pues que no están contentos con nada.

Me quedé observándolo por un momento y le dije:

El Despertar ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora