CAPITULO 98: CINDY XIV

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Cindy:

Después de perdirle el arma a Samantha, sentí una pequeña desconfianza. La miré a los ojos y le pregunté:

—¿Acaso no confías en tu mejor amiga?

Ella abrió sus ojos y me respondió:

—Si... Pero... Estás muy diferente, has cambiado mucho... Y siento algo que no me gusta.

—Ah, ya veo. No confías en mi maldita perra.

— ¡Hey! Controla ese vocabulario. ¿Ves? A eso me refiero. Estás muy agresiva, no te importan los demás, al parecer solo piensas en ti misma...

Ella se levantó y caminó hasta la puerta y al llegar a ella, completó lo que estaba diciendo:

—Siento que en cualquier momento me vas a traicionar. Eres mi mejor amiga y no te voy a abandonar, pero por lo que veo, tú solo quieres mantenerte viva y no observas a tu alrededor... Y no, no te la voy a dar todavía hasta ver que puedo confiar plenamente en ti.

— ¡¿Es en serio?! ¡Eres una maldita!

—Podré ser lo que tú quieras, pero estás en mi casa. Aquí se siguen mis reglas, me respetas y te ganas la confianza. ¡Te desconozco!

Dicho esto, cerró la puerta con fuerza y se fue.

— ¡Eres una idiota! —Le grité con fuerza.

Ahora más que nunca quería matarla, cómo se atrevía a hablarme de esa manera. Comencé a buscar en la habitación algún arma, ya fuera un cuchillo o un arma de fuego. Tras 5 minutos de esculcar todos los cajones, de mirar debajo de la cama y bajo el colchón y demás, no pude encontrar nada de utilidad. Debía ganarme la confianza de Samantha nuevamente, aunque me costara y me doliera, tenía que lamerle las botas por decirlo de alguna manera, pero todo eso se lo iba a cobrar, la iba a hacer suplicar arrepentirse de todo lo que me ha hecho y quiere hacer. Pero por el momento, debía esperar a que me curara bien el brazo, a que me diera de comer por un tiempo y un lugar donde pasar las noches. Ya después que tuviera las energías suficientes y mi cuerpo estuviera sano, ahí aprovecharía y me adueñaría de todo. Dos bocas son muchas para sobrevivir en un apocalipsis y yo no iba a perder tiempo, debía hacer lo necesario para quedarme con todo. Ella ya no era ni mi mejor amiga ni nada, era un estorbo.

Salí de la habitación, un poco dolida en el brazo, pero no era de algo para preocuparse. Me dirigí a la sala y allí estaba Samantha mirando las calles por la ventana.

Me le acerqué lentamente y ella dijo:

— ¿Ahora qué necesitas?

— ¿De qué hablas? —Pregunté confusa.

—En este poco tiempo que he estado contigo, me has demostrado que cuando me llamas o vienes a mí es porque necesitas algo... ¿O me equivoco?

Ella no me estaba observando, cerré mis ojos y calmé la ira que me había dado en ese instante, después de tranquilizarme, le respondí:

—Venía a pedirte perdón, me he comportado muy mal.

Al decir esto, me dieron nauseas, le quería clavar un cuchillo en la espalda.

— ¿En serio? —Volvió a preguntar.

—Si... En serio.

Ella dio la vuelta y me observó:

—¿Tus disculpas son sinceras?

No dejaba de observarme a los ojos, Me ponía un poco nerviosa, pero le respondí:

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