CAPITULO 90: CINDY XI

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Seguíamos en la tienda, observando lo que podíamos llevar. Nos llevaríamos absolutamente todo, pero primero llevaríamos lo más importante y por último el resto. Luis seleccionaba las cosas y yo hacía guardia. Todo era silencioso y las calles estaban solas, yo pensaba en muchas cosas, de hecho, últimamente me ponía a reflexionar más a menudo. Me preguntaba sobre mis familiares y amigos, de seguro estaban muertos, o quizá algunos sigan vivos y estén sobreviviendo como lo estoy haciendo yo, pero las probabilidades de que estuviesen vivos eran muy pocas... Si Luis no hubiera aparecido estaría muerta y convertida en esos bichos horripilantes.

Mi hombro ya no me dolía casi. La recuperación estaba siendo más rápida de lo normal, quizá era la situación y mi cuerpo se acostumbraba o tal vez era la adrenalina que aún seguía corriendo por mi cuerpo tras asesinar a una persona, la podía mover más fácil y apoyarme sin que me doliera demasiado, a lo mejor el golpe no era tan grave.

Me acerqué a Luis quien ya estaba terminado y me dijo:

—Hay cuatro bolsas llenas de comida indispensable, tú tomas dos al igual que yo. Espero que no sea muy pesado para ti, pero eso sí, en una de ellas no hay tanto peso para que tu brazo adolorido no se esfuerce tanto.

—Está bien, ¿Y qué haremos con lo que se queda aquí? Veo aún muchas cosas que nos pueden servir.

—Tranquila, cuando llevemos esto a casa volvemos por lo que falta y así sucesivamente. Algunas cosas son más importantes que otras.

En eso tenía razón, así que tomé ambas bolsas y caminamos a la salida. Una de ellas era bastante pesada y casi la estaba arrastrando, por lo que tuve que llevarla como si fuese un vagabundo con su costal, en la espalda.

Después de llegar a casa, descargue la bolsa pesada con un suspiro y un gran alivio. Luis se me acercó y me dijo:

—Disculpa si te quedó muy pesada. Es que debemos llevarnos todo lo más rápido posible, estoy un poco nervioso porque no quiero que más personas vengan a amenazarnos y quitarnos todo.

—No te preocupes —Le contesté —Te entiendo perfectamente y pues aunque se me dificulte un poco yo soy capaz, tranquilo.

— ¿Cómo sientes tu brazo?

—Me está volviendo a doler, no mucho, pero si siento una molestia.

—Creo que es mejor que dejes tu brazo quieto, sin hacer fuerza. Yo llevaré tres bolsas mejor y tú una.

—Tranquilo, no debes por qué preocuparte.

—Debo hacerlo, de lo contrario puede empeorar y yo quiero que estés bien.

Esas palabras me habían parecido muy tiernas, no tuve más remedio que aceptar su idea y seguir saqueando aquella tienda. Después de una media hora aproximadamente la tienda ya estaba vacía, todo estaba en la casa. Faltaban otras tres pero eso lo haríamos al descansar.

Estaba atardeciendo, todo seguía extrañamente silencioso, deberían de haber mínimo sonidos de disparos de fondo o helicópteros o vehículos, pero no se escuchaba nada y eso me preocupaba bastante. Por lo que había visto la humanidad estaba en serios problemas, y al parecer todo esto los tomó por sorpresa, a los militares, al gobierno supongo... Definitivamente nadie se esperaba algo así.

Luis estaba organizando algunos ingredientes, iba a preparar la comida antes de que oscureciera. Me dirigí hacia él y le pregunté:

— ¿Estamos seguros aquí?

—No te preocupes, todo está bien. Aquí no estamos tan expuestos, la puerta está bien asegurada y las ventanas las debemos de sellar. Lo que si no hay que hacer es mucho ruido, eso llamaría la atención de esas cosas y podrían rodearnos.

El Despertar ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora