Caso 9: Su último voto. Capítulo 8: Reconciliación doble

694 55 14
                                    

Estaba sentada en la sala de la casa de su hermana. Le había agradecido a Monique que se hubiera quedado ahí. Hacia unas semanas que se había ido de Baker Street junto con sus hijos. Había regresado a Bristol, se quedado unas semanas, quizá un par de meses, alegando que necesitaba aire fresco y que Sherlock tenía mucho trabajo. Así fue hasta que un día su madre hablo con ella al jardín.

- Alline- su madre se sentó a su lado hacía dos días-. Cariño, tenemos que hablar.

- ¿Sobre qué?

- Sobre tu matrimonio, sé lo que está pasando. Sherlock no tiene mucho trabajo, porque hacía mucho que no sale en periódicos o en las noticias. Puedes contarme, hija, si es que quieres contarme.

- Estoy enojada con Sherlock y Marian, porque los dos mintieron de que Marian sabía que Sherlock estaba vivo. Me moleste porque ninguno de los dos se les ocurrió decirnos.

- ¿Qué es lo que dicen ellos? – preguntó su mamá.

- Que lo hicieron para protegernos de Moriarty.

- Cariño, a veces decimos mentiras para proteger a los que queremos. Es cómo tú con mis nietos. ¿Por qué no les dijiste nada a los señores Holmes sobre tus hijos?

- Porque no quería que corrieran el riesgo que algún conocido de Jim se diera cuenta que Sherlock era su papá.

- Lo hiciste por una buena razón. Piensa en Marian y en Sherlock, ninguno de los dos quería que sufrieras, tienes que perdonarlos.

Alline entro a la estancia donde estaban sus hijos comiendo, Alline deposito un beso en el cabello de ambos niños. Se fue a la cocina donde estaba su hermana cocinando muy felizmente. Alline tomo un vaso con agua y se la empezó a tomar.

- Voy a salir- comentó Alline-. No me esperes para la comida, tal vez para la cena.

- ¿Qué harás?

- Hablar con Sherlock y Marian.

- No te espero, entonces.

- Voy a regresar.

- No lo harás- respondió divertida.

- Si lo haré.

- Alline, ¿a quién engañas?

- Se me hace tarde.

Alline camino a la calle, pidió un taxi. El tercer taxi se acercó a dónde estaba y se subió con cuidado. Se peinó con las manos, el cabello. Le dio la dirección de Marian. La dejaron en esquina, cosa que no le molesto. Camino en total silencio hasta que llego a la puerta de la entrada del edificio.

- Vamos, lo más seguro es que me necesite- se habló a sí misma.

Entro al edificio, se subió, cada escalón que subía era una tortura para ella. Llego a la puerta y suspiro, dio un par de golpes. Escuchó que unos pasos se acercaban, abrió Marian con el cabello despeinado, Alline vio a su estómago, había crecido ha comparación de la última vez que la había visto llevaba más o menos, unos seis meses de embarazo.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó confundida Marian.

- Vine a disculparme- comentó Alline apenada en la puerta.

Marian solo abrió la puerta un poco, Alline entro para cerrar la puerta. El departamento de Marian era un completo desastre, había folletos por todos lados, algunos envases de comida china, cajas de pizza y comida chatarra. Lo que más le llamó la atención era la cantidad de envases de helados por todos lados.

- Lo siento por el desastre- comentó Marian.

- Dios, Marian, dime que no has estado comiendo helado.

El sociópata y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora