Caso 7: La carroza fúnebre vacía. Capítulo 1: Viejos amigos, recuerdos lejanos

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Los niños se encontraban coloreando mientras la señora Hudson y Alline se preparaban para la hora del té. Los niños platicaban sobre sus películas favoritas, algo que le recordó mucho cuando Monique y ella eran niñas. Alline empezaba a preparar la comida cuando de repente escucharon que tocaba el timbre. Alline se lavó rápidamente las manos y dejo las cosas alejada de sus hijos. Escuchó cómo tocaban de nuevo.

- No se muevan de aquí.

- Sí mami- contestaron ambos con su voz infantil.

Se limpió las manos. Abrió la puerta con los ojos cerrados, podían ser dos personas, uno era Lestrade, que posiblemente se le había olvidado las llaves y la otra opción, y la más probable, era Anderson, diciéndole otra teoría de cómo pudo haber sobrevivido Sherlock, con supuestas pruebas, de que aún seguía vivo.

- Anderson, ya te he dicho varias veces que no me vengas a molestar.

Abrió la puerta. Pero le tomo de sorpresa la persona que estaba parada en frente de ella. Alguien que no había parado por ahí desde la muerte de Sherlock.

- John- dijo sorprendida-. Lo siento, creí que eras Anderson.

- Hola Alline. ¿Puedo pasar?

- Por supuesto, sabes que siempre eres bienvenido aquí, los niños se alegraran de verte.

Le abrió la puerta para que pudiera pasar. Alline se fue directo a la cocina de la Señora Hudson. John se paró para recordar la primera vez que tuvieron un caso, la primera vez que se río de lo divertido que era atrapar asesinos.

- ¿Lo extrañas? – le pregunto John a Alline.

- Todos los días.

- John, me alegra verte por aquí- comento la señora Hudson al fondo del pasillo.

La señora Hudson, lo invitó a su cocina. William y Michelle fueron corriendo directo a sus brazos, pues a pesar de que no era su tío de sangre, lo querían cómo si fuera. John se sentó en la silla y la señora Hudson le ofreció una taza de té. Alline acercó dos sillas más para poder sentarse. El ambiente era incómodo, cómo si los tres individuos jamás hubieran compartido una misma casa.

- Niños, vayan arriba a jugar, por favor,

Michelle y Will salieron de la cocina corriendo hacia las escaleras para subir a su cuarto. Solo quedaron Alline, la señora Hudson y John. La señora Hudson aún seguía molesta por el abandono repentino de John, después de una visita al cementerio.

- No- dijo la señora Hudson corrigiéndose así misma-, no sueles tomarlo, ¿verdad?

- No- respondió John.

- Uno se le olvida de esas cosas.

- Sí.

- Olvidamos muchas cositas, parece. No me convence eso-dijo la señora Hudson, refiriéndose al bigote.

- Ves cómo Marian y yo no somos las únicas que piensa eso- dijo al fin Alline-. Te hace ver más viejo.

- Solo estoy probando- comentó John.

- Sí, claro. Probando desde hace dos años- dijo Alline en tono de sarcasmo.

- Bueno, pues te envejece- comentó la señora Hudson.

- Mire- se puso incómodo John.

- No soy tu madre. No tengo porque esperarlo.

- No.

- Pero una solo llamada, John. Con una sola llamada habría bastado- lo estaba regañando la señora Hudson, cosa que Alline le dio risa.

- Lo sé.

- Después de todo lo que hemos pasado.

- Sí- contesto algo arrepentido-. Lo lamento.

- Entiendo lo difícil que fue para ti después de... Después de... - a la señora Hudson se le complicaba terminar la frase, ya que era un tema delicado para casi todos los habitantes del 221.

- Sólo lo deje pasar, señora Hudson. Dejé que todo pasara. De alguna forma cada vez fue más difícil de tomar el teléfono-. Se quedó unos minutos en silencio, buscando las palabras correctas para decir-. ¿Entiende lo que digo?

La señora Hudson estiró su mano al brazo de John y después, con su otra mano, agarró la mano de Alline. John le pidió a la señora Hudson, que sí podía entrar una vez más a su departamento, Lo cual, no se negó. Alline también quería subir, pues nadie lo habría abierto hace dos años. Al entrar vieron que todas las cosas estaban iguales cómo ese día, solo que esta vez, estaba lleno de polvo. Alline cerró sus ojos y su mente la transporto al pasado, en donde aún escuchaba en su mente, el violín. Abrió los ojos, pero todo estaba en silencio. La señora Hudson prendió la luz del piso, ilumándola una vez más.

- No pude sacarlo- comentó la señora Hudson, rompiendo el silencio.

Alline se sentó en el que antes era su lugar, mientras que John se dirigía a su sillón y la señora Hudson abría las cortinas, dejando pasar la luz del día. La señora Hudson empezó a toser, Alline escuchó cómo unas pequeñas pisadas bajaban por las escaleras.

- Mami, ¿por qué están aquí? – pregunto Will quien se encontraba en la puerta.

- Sólo la abuela Hudson, el tío John y yo estábamos recordando a un viejo amigo.

- Nunca le gustó que desempolvara- dijo la señora Hudson.

- William regresa con tu hermana a jugar- le quito un mechón que caía a su cara.

- Sí, mamí.

Salió del piso, como si acabará de encontrar algo maravilloso, en el mundo. Se sentía feliz de tenerlos, ellos habían sido un regalo de felicidad, en el momento más obscuro de su vida. John seguía paseándose por el piso. La señora Hudson se dirigió a abrir la otra ventana para poder hacer lo mismo que hizo con la primera.

- ¿Por qué ahora? – pregunto la señora Hudson-. ¿Por qué cambiaste de opinión?

- Pues recibí algunas noticias- contesto John acercándose a la señora Hudson.

- Dios, ¿es grave?

- ¿Qué? No. No estoy enfermo- Alline se puso a reír por algunos recuerdos que tenía.

Era cómo, si estuviera reviviendo el momento en el que le dijo a la señora Hudson que estaba embarazada. Pues la señora Hudson creía que tenía parásitos en estómago.

- ¿Cuáles son las noticias?, doctor Watson- pregunto Alline con curiosidad.

- Yo... bueno... -tartamudeo por unos instantes-. Seguiré adelante.

- ¿Vas a emigrar?

- No. No, yo... me casaré con Marian- dijo emocionado.

- Encantador- dijo Alline para abrazarlo-. Me alegra por ustedes.

- Sí, nos casaremos. Bueno, se lo propondré.

- Vas a ver que va aceptar, John. Esa mujer te ama con locura.

- Lo de Sherlock fue hace poco- dijo la señora Hudson en voz baja.

- Pues sí.

- En verdad seguiste adelante, al igual que Alline- decía con tanto orgullo.

- Señora Hudson- John se empezaba a desesperar-. Sí, seguí adelante, gracias a Marian.

- Vive y deja vivir, ese es mi lema.

- Sí, señora Hudson, ya no las dejado claro muchas veces- dijo Alline parándose para poderse unir a la felicidad de su amigo.

El sociópata y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora