17

3.5K 409 253
                                    

La muchacha de cabellos rosa observaba atenta los edificios desaparecer tras el cristal. Desde su asiento, por la avenida central, en el tranvía que la dejaría a una cuadra del instituto al cual asistía con pantalones todos los días.

—¿Está ocupado?

Como la voz de quién preguntaba llegó lejana, ella no se inmutó. Había subido todo el volumen de su reproductor y continuaba perdiéndose en las figuras que imaginaba en las nubes.

Estaba tratando de recordar como había terminado en la enfermería de Perteson un viernes al caer la noche, con unos padres furiosos y acusando a un grupo de compañeros que retirarian del instituto ahora, solo recordaba azul.

Cuando la parada llegó visualizo el ya conocido recorrido al instituto y sé apresuró en ir a la parte trasera del vehículo. Un grupo grande de personas aguardaban por lo mismo, con los audífonos ya guardados en los bolsillos pudo escuchar a una voz masculina que le hablaba.

—¿Entonces, estudias en Peterson?

Sorprendida por lo que oía, recorrió al joven de la cabeza a los pies con la boca semiabierta.

Él sonrió: —Mi nombre es Ryan

Apenas el vehículo se detuvo la muchacha fue una de quienes se arrojaron a las puertas de salida. Corrió tanto que con seguridad el tranvía ya iba a kilómetros de su ubicación. Pero eso no le bastó, siguió corriendo hacia el instituto sin parar. Hasta que tropezó con alguien.

—¿Jenna?

Aunque enojada por oír ese nombre pronunciarse con esa voz, su rostro volvió a iluminarse, por segunda vez, ese día. Y por razones diferentes su corazón volvió a latir muy rápido.

—Hola Josh —sonrió ella. Y al aludido le abrigo su aroma. Su rostro le resultó tan familiar que tuvo que mirarse las zapatillas para no sonreír también.

Josh aseguró, como en otras circunstancias, que el instituto estaba bajo su cargo y con el reverendo muy bien instalado en otra reunión con las sacerdotisas. Estaban solos.

—¿Cómo has estado? —pregunto él, guardadose su sorpresa de verla.

El instituto parecía la casa de Josh, conocía todos los lugares que guardaba. Había estado investigando mucho cuando sus horas de regar las petunias culminaban y no era arrojado a fregar los pasillos. Se podía tener en Peterson a veces, a veces. No como el viernes, ese fin de semana había corrido como un loco con un estudiante en brazos y aunque lo dejo en la enfermería rogando porque lo atendieran rápido, salió ileso.

—Bien.

Caminó junto a ella recordando que había dejado de ser sólo un jardinero esa semana. Recordar aquello lo entusiasmó un poco, al menos hoy tenía un tema de conversación.

— Creelo o no, ahora soy parte del teatro.

Tal vez si ella sabía eso podía ir a echarle un vistazo algún día.

«Yo también» —pensó ella. Pero preguntó —¿realmente?— sonando muy emocionada.

Entusiasmado, Josh contó como asumió el puesto. Guardandose la presión que instituyó el Resto Morgan, claro. Sus nuevas labores, los muchachos con quienes congeniaba más, la obra. El mayor era como un niño mostrando sus juguetes nuevos. Con un brillo que nacía en su interior la muchacha le observaba atenta sin ocultar su impresión.

«¿Así se siente cuando tu rostro se incendia?»

—Quiero hacerte una pregunta— dijo de pronto.

Como se había detenido de una forma tan brusca, la muchacha se sintió estremecer aterrada. ¿Preguntaría algo de lo que estaba hablando? Porque sinceramente no estaba escuchando está nada. Seguía pensando en su rostro encendido, en lo atractivo que era sin esforzarse mucho.

—Sólo hazlo.

Habiendo llenado sus pulmones de suficiente valor. Él pronunció sin titubeos.

—¿Por qué me mentiste?

Habían llegado a un pequeño compartimento fuera de los edificios, en el ala oeste a unos metros de los florares de las sacerdotisas. La puerta estaba entreabierta, y Josh ingresó primero seguido muy de cerca de está.

Era un lugar muy acogedor, siempre que ingresas a una construcción de madera muy pequeña el calor suele crear un ambiente sofocante insoportable para cualquiera, no era el caso. Aunque cumplía las condiciones para hornearlos no lo hizo, habían unas cajas de licor en una esquina junto a lo que al parecer era la cama de alguien, con un teléfono encendido sobre el.

—Esto no tiene seguros, no te preocupes. —aseguro.

Pudo identificar latas de Old Milwaukee. Las veía en el frigorífico del supermercado, todos los fines de semana, mientras se asentaba sobre el desorden donde con seguridad el tintado descansaba todas las noches.

—¿Crees que estoy engañandote? —preguntó

—Si

—¿Cómo estoy haciéndolo?

Josh tomó lugar junto a ella, y la seguridad que había reunido desapareció. Le resultaba imposible solo enojarse con ella, se veía como una princesa salida de algún cuento obseno y retorcido. Pero de rostro dulce y piel muy suave.

—No juegues conmigo. 

—No quiero hacerlo.

Ojalá la verdad se leyera en los ojos y los niños no fueran solo para las niñas. Porque Tyler estaba mintiendo.

—Sé que no te llamas Jenna Black

Claro. La rubia era parte del teatro ahora, Josh había tenido la desgracia de conocer a la perfecta señorita Black.

—Te dije que ese no era mi nombre—aseguró.

—Pero no creí que fuera cierto.

—Josh, yo no soy...

Interrumpió: —Esta bien ni importa.

—¿Qué?

—Me gustas tú, no tú nombre.

—Josh...

—Sino quieres decirme tu nombre voy a inventarme uno. ¿Confias?

"Y la chica debe ser muy linda, lo estoy sintiendo"

—Esta bien.

Josh se había inclinado un poco y acernadose a ella la tomó de sorpresa. Sus labios, sin ser suaves, al unierse con los suyos fueron el acto más intimo que recordaría siempre como su primera experiencia sexual. Sin siquiera serlo. Fue un beso torpe, y tímido.

—¿No será tu primer beso, verdad? -preguntó él que hacía a su piel palidecer.

—No

Mintió

Y esta vez ella lo besó.

VOICE // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora