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— ¿Cómo que se lo llevaron?

Debby estaba oculta tras una plataforma rectangular de ángulo perfecto. Había finalizado la clase de pintura con los más pequeños, y se dirigía a la sala de dirección general con múltiples hojas de colores entre brazos. El motivo de ocultarse fue escuchar la inconfundible voz, de quién por muchos años fue su compañera de aula, la peliculiar Jenna Black. Eterna enamorada de Tyler Joseph.

— Eso no puede ser posible. Me informaron que estaba internado en éste hospital. Tengo documentos que me acreditan la tutela sobre él, y vengo a llevarlo conmigo.

La castaña se llevó una mano al rostro reprimiendo el disgusto.

Otra voz conocida llegó a sus oídos: — ¡Quiero ver a Josh!

Esa voz. Esa inocente e inconfundible voz, la hizo salir de su escondite. Lo que vio lo contaría horas más tarde a sus amigos, y ni ellos podrían creerlo de no haber estado ahí.

— Comportante Enri.

Jenna Black. La hija mimada de una de las familias más importantes de la ciudad, aquella que echó a Josh de su aula, un día que este se presentó malvestido buscando a Tyler. Claro que no podría confundirla, por mucho que hubiera sido respetuosa durante el teatro, el rencor que guardaba contra ella, por todas las burlas impuestas a Josh, la superaban.

Se preguntó cómo los habría encontrado. Era bien sabido que Josh estaba prófugo de la justicia, Brendon lo ocultó bien retornando a la ciudad de sus padres. Claro que toda historia de terror tenía que llegar a su fin tarde o temprano. El problema ahora, era que Jenna le llevaba ventaja, había sido ella sin duda quién había adoptado a Enrie pero ¿Por qué?

Necesitaba respuestas y las conseguiría en la oficina de dirección general del hospital, urgaría los documentos de adopción de ser posible. Jenna tenía veintidós, no puedes adoptar a los veintidós sino estás casada.

— ¡Miss! —una aguda voz la distrajo. — Miss, Ricardo volvió a mojar los pantalones.

Contactaría a sus amigos. Esperaba que hasta esa altura, Brendon ya hubiera descubierto el paradero de Tyler, dónde sea que fuera que se llevó a Josh, era más seguro ahora que estaban tras ellos.

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— Tyler, dime ¿Dónde están? -era Brendon hablando por el teléfono. — Iremos ahora mismo, necesitamos ver a Josh.

Tyler caminaba de un lado a otro enroscando el cable telefónico entre dedos. Observó a Josh quién, a su vez, observaba en silencio un antiguo retrato en la pared. — Él está bien.

— No. —la voz de su amigo sonaba calma, más las palabras eran contradictorias. — Él nunca estará bien y lo sabes. Necesita ayuda profesional, Tyl..

Habían transcurrido tres días desde que había iniciado esta locura. Se rehusó en dejar la casa dónde había refugiado a su prófugo amigo, porque eso sentía por él, amistad. Sentía un fuerte e inquebrantable lazo que lo hacia ignorar sus miedos por salir de ahí y correr a los brazos de su madre.

Josh era un imán y aunque lo retuviera contra su desconocida voluntad, parte de él no quería obligarse a alejarlo.

— Sé que puedo cuidarlo. —fue lo último que dijo antes de colgar.

A él le gustaba pensar que se estaba volviendo loco, porque solo la locura podía explicar porque se sentía tan responsable por un completo desconocido.

— Josh —lo llamó y él no atendió al llamado. Entonces como se engulle una marchita flor así se engullo su pecho ante su rechazo.

No sabía que ocurría pero últimamente que Josh lo ignore estaba sintiéndose cruel.

VOICE // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora