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La mañana comenzó abrise paso lento frente los pesados parpados de quién descanzaba entre  vacias latas de alchol, despertando entre sueños. Frente al joven el despertador marcaba las 8:00 am, juraría que lo había programado antes, dos o tres horas quizá. Con este horario reanudar las dos primeras labores sería algo pesado, las horas de clase habían empezado, habría que barrer  los pasillos con esos chiquillos corriendo por todos lados. Esperaría al anochecer, convencido de que un poco de polvo no dañaría a nadie, pero mas tarde descubriría que acarreaba otros problemas.

Latercera tarea del día era cuidar el jardín, una labor muy prodigiosa si se lopensaba, consistía en quitar la mala hierba de las raíces, desprender lostallos secos del tronco, podar los arbustos y regar las petunias amarillas,podía con eso. Luego, cuando la campana del almuerzo sonara, volvería a supequeña caseta.    

Dudando si entrar a la ducha o desayunar primero, el joven se incorporó de sus comodas sabanas entre bostezos hasta quedar frente a su ventanal. Los últimos estudiantes ingresaban apenados con el reverento pisandole los talones.

Una voz hizo eco en el silencio.

—Josh, ¿Crees que estas de vacaciones?

Esa voz...

Josh se giró sobre los talones a medio incorporar, y le dirigió una pobre sonrisa a la enorme mujer que lo observaba de brazos cruzados desde el umbral. Adormilado se acercó a ella con los ojos aún acostumbrandose a la luz.

—Tía Ronda, buenos dias.

La mujer ingresó a paso firme, tal vez Josh no lo notaba pero su rostro estaba totalmente serio. Ignoró su intento de abrazo.

—Joshua. Son las ocho y cuarto de la mañana, hay dos estudiantes atrapadas en el gimnasio. ¿Dónde te has metido jovencito?

Josh señaló su cama con una sonrisa burlona.

—Afuera, ¡Ya! —gritó la mujer.

Sor Ronda no era mala, un ogro gruñón si, una bruja no, un ogro con sotana sí.

—¡Y vistete!

Las poleras holgadas, el sudor permanente, las zapatillas impares, los aros. ¿Dónde estaban?, ¿Dónde había quedado el Josh Dun de las afueras de Columbia? Aburrido del reflejo que descubrió frente a él, inclino la cabeza de lado y observó con furia la chaqueta oscura que yacía sobre el suelo. Sor Ronda le impartió pequeñas políticas para permanecer bajo su cuidado, una de ella, la más cruel según Josh, esconder sus tatuajes. Las otras oscilaban en esconder su cabello y quitarse los aros.

Es arte —recordó. Al menos eso había dicho la semidesnuda mujer que lo tatuo en un concurso callejero, un jueves que salió a conseguir una cajetilla de cigarrillos.

Como se había retrazado, Josh se negó en ir a ver que sucedía en los pasillos, lo había pescado el timbre de receso, no limpiaría mostaza del suelo no señor. Tocaba cuidar las petunias antes de que alguna secará. Si Sor Ronda descubría algún petalo desprendido de su cúpula, Josh terminaría fregando el piso de los baños. Una labor que lo hincaba a rezar todos los padre nuestro posibles por librarse.

Acomodó la pequeña caja de herramientas bajo sus pies, y tiró sobre sus hombros la chaqueta oscura que usaba. Tenía una capucha, Sor Ronda habia sido muy clara.

"No quiero que ningun alma vea que traes el cabello azul, son como los ojos del demonio. Y esos tatuajes, Josh debes cubrirlos". Luego había aventado la endemoniada chaqueta.

Josh recordaba no exponerse, no es como si quisiera hacerlo de todos modos. El lugar, a su parecer, estaba infestado de chiquillos inocentones envueltos en sotanas oscuras que los hacían parecer a murciélagos enanos. Empezó  su camino silvando desinteresado, era una melodía familiar, una que recordaba a su libertad perdida.

La regadera se vertió sobre los arbustos, las hojas cobraron vida, y el sol pudo efervescerlas. Listo. El jardín del reverento, las dos entradas y el jardín posterior, todos cuidados. Josh llegó como parada final al jardín de su tía, Sor Ronda. Éste quedaba fuera al edificio que albergaba los tres pisos de secundaria, con un majestuoso roble se adherido a sus anchas. Era el lugar favorito de Josh hasta ahora, podía cuidar las petunias sin preocuparse por  perturbar con su presencia, fuera de lugar, a cualquiera. Hechó un vistazo al segundo jardín de la entrada, no habían niños por ahí, tampoco quedaban en la pequeña plaza, y las veatas de los mas pequeños ya estarían organizando la correspondencia. Totalmente despreocupado se liberó de la chaqueta, el calor estaba fuerte, tomó una de las botellas que había traído para deshidratarse y sé lo tiró encima. Quitó su camiseta quedandose con el torno desnudo, y con una pesada sonrisa tomó las tijeras de podar, empezando por los arbustos chatos. La jornada sería pesada, tal vez hasta el oscurecer. Decidió echarle un vistazo al cielo, las nubes no engordarian hasta Septiembre. El reverento estuvo loco al abrir las puertas de Peterson en vacaciones, pero que mas daba al muchacho le sentó de maravilla el dinero extra.
Sonriente divisó agradecido el cielo y por unos segundos antes de descender hacía las flores, le había parecido descubrir un rostro observandolo desde una de las ventanas, pero le resto importancia continuando con lo suyo, no tardó ni cinco segundos en sentir un punzante cosquilleo. Contuvo la regadera trabajando, y estiró la cabeza un poco. Si, había alguien espiando. Descubrió un rostro, como pegado al ventanal, que lo observaba sólo a él. 

Juraría que lo vio alterarse pero eso sería ridículo, a esa altura no se distinguía nada con claridad . Cuando el rostro desapareció, Josh respiro tranquilo. Creyó que nunca lo haría por la mirada que le había sostenido, cayó en cuenta de una cosa. Estaba semidesnudo para ese gremio de ángeles, si alguien lo delataba su tía lo mandaría de regreso a las calles en Columbia y no correría con la misma suerte de encontrar a un familiar despreocupado que deseará hacerse cargo de él. Tampoco queria salir denuevo a buscar empleo, acabaría nuevamente gastando el dinero en clubs nocturnos, ebrio e inconsciente.

Convencido de sus pensamientos tomó su camiseta húmeda a regañadientes.

Estupidos murciélagos

VOICE // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora