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Josh se encontraba en las regaderas del gimnasio. Estaba lamentado no haber insistido por el número de la muchacha que enloquecía su cabeza estas últimas semanas. Es que realmente le gustaba ella, la niña, señorita, muchacha, ya no sabía ni cómo llamarla porque no conocía nada de ella salvó que era ella. La mujer a quien podía presentar algún día a sus desatendidos padres, aunque claro ellos ni se molestarían en fijarse, estarían muy ocupados regañándolo por haber estado estorbando a la tía Sor Ronda. Que importaba si ellos no querían conocerla, podía presentársela a alguien a quien si le importará, como un amigo. Cosa que tampoco tenía. Tenía niñatos con quienes congeniaba bien como Brendon y Debby, pero eran solo eso, niñatos. Brendon iría a la universidad y sería un gran maestro de teatro algún día. Debby con seguridad sería actriz, caracterizaba muy bien los papeles. Ellos tendrían futuro. No se quedarían atados a favores como él.

Josh no había notado en diecinueve años lo mucho que hablaba consigo mismo. Le resultaba normal regañarse así como brindarse palabras de aliento, pero hoy estaba cediendo. El agua que corría de la regadera silenciaba su voz, no había nadie más. Nadie que oyera, ni aconsejara. Hoy Peterson estaba desértico, era el bautizo de la sobrina del Remitente Morgan y este con seguridad había invitado a todo el vaticano a su casa en Florida. Las llaves de la reja principal descansaban sobre las mugrosas zapatillas del tintado que enlodaban el piso. Luego aseguraría las puertas; primero la entrada, luego el ala sur, y la oeste. Continuaría con las aulas, la dirección, los clubes y finalmente con su pequeña caseta junto al jardín. Hoy descansaría ahí. El reverendo pudo ser muy generoso y prestarle esa confianza de ser guardián hoy, por lo mismo que no quiso llevarlo a Florida, pero no le permitiría dormir dentro de su querido Peterson.

Tocaba dormir afuera, y pegar un resfriado por la desconfianza.

***

El menor caminaba despacio por los enormes jardines de Peterson, este resultó su ser destino luego de vagabundear solo y sin dirección. Tuvo que saltar el pequeño muro junto a la entrada principal, de no hacerlo habría resultado imposible llegar al interior. Aunque contento de no haberse fracturado los huesos, se sentía como un vándalo atento a que en cualquier momento podía saltarle una monja y enjuiciarlo por allanamiento al instituto. Tenía que ser cauteloso, Peterson jamás estaba en desventaja, si bien no había drones de seguridad con seguridad había una que otra cámara.

Lejos de sentirse aliviado sintió la necesidad de ocultarse, los jardines eran pequeños pero los arbustos se elevaban como majestuosas estatuas, que solo un hombre con alas en los pies podría podar.

Alejándose de esos pensamientos se escurrió al único lugar donde las monjas no inspeccionarían que se ocultase un forastero. El gimnasio.

***

Si le pedía ser su novia, seguro ella saldría corriendo. Josh imaginó el rostro avergonzado de la joven preguntándole con la mirada si era cierto lo que oía, sí un completo desconocido sin futuro y con tatuajes en el cuerpo le pedía invertir su tiempo en él. Abatido por sus propios pensamientos, y con la toalla enroscada en su cintura Josh desistió en vestirse. Caminaría un poco por todos lados, semidesnud, en un instituto para pingüinos religiosos y si tenía suerte se le presentaría algún ángel que cumpliera deseos. Escupiría un poco sobre esos murales con pasajes religiosos, solo porque la iglesia había torturado inocentes según su difunto abuelo.

Estaba por abandonar la regadera cuando un ruido lo distrajo.

***

Tyler estaba seguro de que conseguiría el número del mayor en los garabatos del casillero de Brendon. Conociendo como era el frentón, seguro había obtenido el número de Josh para asuntos del teatro y como cualquier otro número telefónico que llegaba a sus manos lo garabateaba sobre su casillero, tatuado cual manuscrito indescifrable, pero Tyler reconocía los que ya estaban ahí. El azabache siempre ponía las iniciales del propietario. De estar ahí la tinta sería fresca y un "JD" la delataría.

Sin pensarlo dos veces ingreso rápido al gimnasio. Era un lugar amplio de distantes tribunales que se enfrentaban entre sí. Recordaba este lugar con puro disgusto, era verdad que sus padres lo habían retirado de la clase del Señor Connan, pero aún así se sentía intimidado de solo pisar el campo de entrenamiento.

Habíendose encaminado al interior, siguió el camino recto, hasta llegar a los compartimentos que se utilizaban como regaderas, y dónde aguardaban todos casilleros que servían de propiedad de cada alumno por turno. Con decisión se dirigió al casillero de su amigo, era el último en la segunda fila.

Mientras supervisaba la reciente tinta sobre esté, escucho un murmullo en las duchas, pero lo ignoró debiera ser su imaginación. Era domingo por el medio día, no había alumnos en las duchas. Continuo su búsqueda entre la tinta oscura, cuando registró unos pequeños garabatos trazados al azarbjo una iniciales algo borrosas "JD". Imaginó a su amigo con la toalla sobre la cabeza y la lapicera entre manos gritando "¡He capullos, déjadme un poco de agua caliente!"

Con una sonrisa, de victoria, copió el número sobre el dorso de su muñeca.

Otra vez había murmullos en la ducha. ¿Una discusión de amigos imaginarios, tal vez? Igual, decidió acercarse de una vez a verificar. Sus pasos eran seguros y fueron hasta que recordó que Peterson era vieja, podía ser muy moderna dentro y ser el único instituto que funcionaba este año en verano, pero eso no la alejaba de ser una casona llena historias y no ayudaba recordar su fachada. Disminuyendo sus pasos recordó las viejas historias que narran los compañeros cuando hay mucho trabajo por hacer y los maestros se ausentaban. Esas historias que se asemejan a las que todas las escuelas del mundo enteró conocen. Historias sobre baños dónde alguna pagana realizo un aborto con ayuda de sus compañeras, o sobre niños que esperan tras las puertas perdidos entre su mundo y éste. Con esas ideas rondándole la cabeza, Tyler retrocedió un poco hasta tropezar con un par de zapatillas que se apiladaban mugrosas en el suelo.

Oyó una voz

"¿Quién anda ahí?"

Una voz que sonó grave, tanto así que el menor cerró muy fuerte los ojos, totalmente aterrado. Pronto, unos pesados pasos retumbaron cada vez más cerca. Alguien venía muy apresurado.

Esperó lo peor, esperó temblado que un espectro lo impactará.

Pero solo llegó la voz, otra vez.

"¿Tyler?"

¿Era su nombre? ¿Lo estaban llamando a él? Abrió los ojos al sentir que alguien más estaba en el lugar.

Jamás se lo hubiera imaginado...

Josh estaba a poca distancia, tenía el cabello azul totalmente empapado haciendolo lucir más oscuro de lo habitual, y su piel, su piel estaba más clara también. Tyler se había quedado sin habla.

El joven detuvo su caminar, estaba semidesnudo. Tyler se puso de mil colores al sentirse culpable por descubrir que había interferido en la ducha diaria del mayor. Queria decir algo, babulcear al menos una disculpa, pero su respiración se detuvo cuando notó que algo se desprendía de la cintura de Josh, algo que caía al suelo en un sonido seco, producto a  que este había intentado avanzar más rápido. Una tela se había desprendido, una que siguió con la mirada solo para después lamentarse el recorrido de vuelta.

—Jo-josh.. estás desnudo.

 estás desnudo

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VOICE // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora