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Tiempo después

Ya sabia que era una carceleta, un oficial a cargo, un mando medio y ya conocía al juez. Pasaron tres semanas desde que había llegado, realmente no importó lo incomodo que estaba en ese frió cuarto abarrotado, no lo dejaron salir cuando lo pidió. Acudió al lugar, todos los días y sin falta alguna, un hombre de saco y cortaba muy bien instrumentado, y que hablaba con muchas palabras técnicas que lo mareaban. El hombre le dijo que el propósito de sus reuniones era reunir el testimonio más acorde a sus beneficios, los delitos estaban cometidos y la culpa estaba sobre sus hombros, como un grave imputado realmente no necesitaba que un juez dictara sentencia pues los cargos estaban demostrados, y admitidos por él mismo. Pero eran formalidades, había dicho el hombre y Tyler lo repitió con lentitud para memorizarlo. Su madre lo había contratado era un abogado, y dijo que lo sacaría de aquí.

—Tengo un plan.

—¿Otra vez?

— Concéntrate Tyler —dijo el hombre. Caminaba de un lado al otro sin dejar de presionar el botón resorte de su lapicera: —Esta vez voy a sacarte de aquí.

—Ufff ahí vamos otra vez —bufó. Sería apropiado señalar que después de una conversación de cuatro horas con el menor su abogado olvido sus términos claves y formalidades: —Gerard, lo que sea que estés pensando es mierda y no va funcionar.

El hombre se detuvo, presionó otra vez el botoncillo y lo hundió en la piel. -Joder, estoy jodido, tú madre va matarme.

—¿Por qué aceptaste ayudarme, si sabes que yo lo mate y no me arrepiento de nada?

Se giró: —¡No ayudas!

—No quiero ayudarte.

Todos lo días, durante un mes, Gerard W. asistió puntual a las 4:00 pm, a la estación del circuito que restringía vigilancia extrema al interior de la prisión Columbia ubicada a la afueras de la ciudad, resguardada por escoltas de oficiales muy bien armados. Su cliente: Tyler Joseph, el chico de diecisiete años que salio en las noticias y medios locales por una semana, tomó el caso porque quería atención, la verdad. Ahora estaba acorralado, la atención se fue rápido y lo que menos se esperaba, estaba encerrado con un adolescente lunático que no dejaba de juzgarlo, y porque no admitirlo, hacerlo reír.

—¿Te confieso algo?

— Qué sientes lastimas de mi.

—También, pero lo que quería decir es que hoy tampoco quería venir, hay un buen partido. ¡Hoy hay champions! ¿Por qué no te vuelves bueno y ya?

El castaño sonrió entretenido.

—¿Qué es una Championes?

—Champions League.. es un torneo de futbol. ¿No te gusta el fútbol?

—Soy gay.

—¡¿Y?!

—Soy aburrido.

Gerad cayó sobre el asiento adherido al escritorio, donde descansaban sus documentos y su corbata. Observó al menor desde su lugar, bajó sus hombros.

—¿Hay algo que puedas decirme, qué te ayude a salir de aquí?

El menor bufó aburrido. Abandono el asiento, un permiso que su abogado tramitó hace semanas, y se acercó a él con calma. Gerad se veía como un tipo comprensivo pero la verdad es que era de esas personas que perdía el temperamento muy fácil, y por desgracia creía que tenia razón en todo.

Apoyo sus frías manos sobre sus hombros: -Tranquilo, vamos a encontrar una salida. Yo tampoco quiero quedarme, quiero mear con privacidad.

El cuerpo del robusto hombre se sacudió un poco, ligeramente asomó la cabeza con una pequeña risa pintando su rostro cansado.

VOICE // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora