Capítulo 25: Los próximos seremos nosotros

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— No estás gorda. — repitió frustrado.

— Lo dices porque soy tu novia, pero sí, sí lo estoy.

— Ugh, ya qué. Prefiero que te pongas ese a que uses el otro vestido con el que ni puedes respirar.

— Exacto. — aplaudí. — Porque estoy gorda.

Bufó tirándose contra la almohada mientras largó un fuerte suspiro, obviamente agotado de la situación.

Me miré por décima vez en el espejo; tenía dos opciones, el primer vestido era azul oscuro y apenas alcanzaba a tapar mis muslos, sin contar que era bastante ceñido. El segundo, casi hasta las rodillas, era suelto de mangas cortas y dejaba descubierta la espalda, lo único malo es que el color era blanco.

— Nadie va a notar que estás del mismo color que la novia. — se levantó con el ceño fruncido. — ¿Ya podemos irnos?

— Ya. — suspiré tomando mi teléfono.

Cerró la puerta de su departamento con llave y caminamos hasta el ascensor.

Solté una risa que hizo que vuelva a fruncir el ceño.

— ¿Qué te pasa? No me digas que tienes esas hormonas del embarazo en las que estas más bipolar que de costumbre. — rogó.

— No. — reí más. — Sólo mírate.

Alzó una ceja.

— Arrugaste todo el traje. — dije con una sonrisa burlona y lo acomodé hasta quedar perfecto.

— ¿Ya vas a dejar de reírte de mí?

— Es que... — seguí riendo. — Tu cara me da risa.

— Wow. Gracias.

El ascensor nos dejó salir cuando llegamos al estacionamiento y comenzamos a caminar hasta el auto.

— Así que... tú eres el padrino... — dije incómoda una vez adentro.

— Sí.

— Y Beca es la madrina...

— No empieces otra vez. — dijo rodando los ojos mientras encendía el auto.

— No empiezo. — gruñí

— ¡Sí lo haces! No sólo con tu estúpida condición infantil de que me aleje de ella. Además ¿Ahora no puedo ser el padrino de la boda de mi hermana? Ya sabes que se va a casar con su hermano. Es más, nadie te obliga a que vayas.

¿Qué demonios le pasa?

Cerré los ojos y suspiré con una sonrisa cínica. — Cálmate, cálmate, cálmate...

— ¿Y ahora qué haces?

— Controlarme para no salir de este auto ya mismo y tirar nuestro compromiso por la borda, eso hago.

— ¿Ves? Siempre es lo mismo, tú eres la víctima de todo. Hasta cuando yo tengo que estar aguantando tus cambios de humor y esos malditos celos.

— Ya no quiero hablar contigo, arruinaste mi día.

— Somos dos.

Volví a suspirar pesadamente para borrar toda la mala onda, cosa que no sirvió de nada. El viaje se hizo eterno, y más aún con Liam que ni siquiera era capaz de dirigirme la palabra.

— Bájate. — dijo sin quitar la vista del frente una vez que se detuvo.

— ¿Ah? — alcé una ceja.

— Que te bajes, Emma.

— ¿Me vas a dejar aquí?

— Llegamos. — respondió con obviedad.

Conocerte Es Difícil © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora