Capítulo 6: Te odio

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Inhala, exhala, inhala, exhala...

Repetí el proceso una y otra vez posicionando ambas manos al volante.

Ugh, cálmate Emma ¿Qué podría salir mal? Es sólo un estúpido examen, además ya sé cómo se hace.

La puerta del copiloto se abrió, aún sin voltear supuse que se trataba de un viejo amargado que buscaba hacerme reprobar el examen, pero... ni cerca de ello.

- Buenos días... Emma. - leyó mi nombre en una carpeta que traía.

Su voz me resultaba rara para un hombre viejo. Fruncí el ceño buscándolo con la mirada y se trataba de un chico bastante joven, con unos ojos verdes que podrían derretir a cualquier chica. Era perfecto.

- Bu-buenos días. - apenas dije observando cada detalle de su rostro.

¡Concéntrate Emma!

«Estás con Liam, no seas perra.»

¿Ah? Nunca, ese idiota me cambió en un par de segundos por una chica esbelta fácil para poder colocarse entre sus piernas.

Imbécil.

¿Lo peor? Aún no era capaz de decir: "Oh, no Emma no malinterpretes, yo sólo te amo a ti y Beca es una simple amiga, además de fea."

Pero jamás diría eso porque esa chica es preciosa.

- Por favor, el cinturón de seguridad.

Sacudí mi cabeza para volver a la realidad y hacer lo que el chico lindo indicaba.

«Lindo era poco.»

Totalmente de acuerdo.

- Ahora arranca, vamos a dar unas vueltas por la zona y cuando yo diga buscarás un estacionamiento.

Asentí y tomé mis llaves para encender el motor, pero no ocurrió nada.

- Maldito auto. - susurré forcejeando.

- A ver, déjame ayudarte...

- ¡No! Yo puedo sol... - saqué la llave con fuerza y le pegué con mi codo justo en la nariz. Maldición.

- Auch. - soltó un quejido llevándose la mano a donde golpeé.

- Ay no, lo siento, lo siento, lo siento...

- Está bien, Emma. Sólo... intenta arrancar.

- Te compraré un helado. - traté de sonreír pero hizo una mueca de dolor mientras tocaba la zona golpeada.

Genial Emma, eres estupenda para esto. Hasta cuando te toca un lindo chico cometes idioteces.

Pasaron unos minutos y yo conducía con total naturalidad, ya me sentía más tranquila.

- Y dime... ¿No eres muy joven para este trabajo? Pensé que los que hacían los exámenes de conducir eran viejos amargos.

- Algo así. - rió. - Estoy suplantando a mi padre, él enfermó y necesito el dinero para pagar mis estudios.

- Oh... chico aplicado, te agregaré a la lista buena. - de reojo vi que sonrió.

- Estaciona por aquí. - señaló e hice lo que ordenó victoriosamente. - Felicidades, aprobaste.

Chillé de felicidad y no sabía si abrazarlo porque en verdad se lo agradecía pero al no conocerlo mucho, estiré mi mano para estrecharla con la suya.

- Aún lamento lo de tu nariz, déjame comprarte un helado.

- No puedo aceptarlo, fue una estupidez ahora estoy mejor. - sonrió sin mostrar sus dientes, que también eran perfectos.

Conocerte Es Difícil © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora