(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo 10.
— ¡Qué no estoy segura de salir así! — Le insistí a Kenneth, a pesar de que él aún continuaba maquillándome. — Esto es demasiado para mi gusto...
— Pero no para el mío, cariño. — Encoge sus hombros al inclinar la cabeza hacia un lado, trabajando en mi pómulo derecho. — ¡Y deja de moverte tanto, qué ya casi termino! — Eleva sus cejas repetidas veces.
Arrugo levemente la nariz, haciéndole entender que me sentía un poco incómoda con el descarado vestido que me había puesto.
Aunque era hermoso, sensual, y le sentaba muy bien a mi cuerpo, era bastante escotado, muy abierto en la parte central de mis pechos, realzándolos aún sin sujetador. La tela sobre mis muslos se adhería a mi piel más de lo que acostumbraba a la hora de usar una pieza como la que tenía puesta. El color negro de la tela causaba que mi cuerpo se moldeara de forma sugerente.
— ¡Lista! — Kenneth aplaude con emoción, orgulloso del trabajo completo que había realizado en mí.
Me levanté de la silla que estaba junto a mi escritorio y me acerqué al tocador, observándome por completo al parpadear repetidas veces un poco perpleja y ruborizada. Kenneth se acercó, colocando las manos sobre mis hombros, mirándome a través del espejo.
— Eres una diosa en potencia. — Su orgulloso halago me hace sentir bastante segura, aunque el rubor en mí es más que evidente.
Mi cabello negro-azulado caía en cascadas, con los mechones en gruesas ondas bien formadas que se asomaban por mis hombros y mi rostro, hasta llegar a mi cintura. Mis pestañas se notaban más largas de lo habitual por el rímel que Kenneth había utilizado para mis ojos, al igual que el lineador que remarcaba la forma de los mismos.
Me giré con una sonrisa más que sentimental, porque mi amigo se había tomado tantas molestias conmigo sólo para que luciera de maravilla.
— No sé qué decir. — Siento que mis ojos comienzan a empañarse un poco. — Eres genial en todos los aspectos. — Intento detener una lágrima con mi dedo pulgar.
— Ay, niña... ¡Pero basta de lloriqueos por ahora, qué me dañas mi creación! — Se ríe con sinceridad, mirándome con ilusión mientras intenta que mis lágrimas no arruinen el maquillaje de mis ojos. — Sé que soy el mejor. — Alza la cabeza con sarcasmo, bromeando conmigo. Luego, hace pucheros y se acerca para darme un abrazo. — Ay, mi reina hermosa... No tienes que agradecerme nada. Si hago todo esto con ustedes dos es porque nace de mí. — Posa sus manos sobre mis mejillas. — Gloria y tú son las mejores amigas que he llegado a conocer. — Sonríe muy pícaro y creído.
No puedo evitar devolverle un cálido abrazo, recostando mi cabeza sobre uno de sus hombros por unos segundos, cerrando mis ojos en el acto.
— ¡Anda, date prisa! ¡Qué hay cositas que no me quiero perder por nada del mundo! — Se aparta de mí al tomar una barra de labios color rosa. — Esto sólo te hará ver un poco más exótica. — Enarca las cejas al comenzar a pintarme los labios. — El color canela de tu piel lucirá, pero también te ayudará a que tus ojos resalten y también obtengan la atención necesaria.
