Capítulo 31.

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CAPÍTULO 31

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CAPÍTULO 31

Me encontraba en la cocina, ubicada junto a la encimera mientras le daba un sorbo al café que la abuela Anita me había preparado.

Sentí mucha curiosidad al ver que preparaba el café de Adrián con mucho cuidado y delicadeza. Achiqué los ojos y luego no pude evitar rodarlos al tener el presentimiento de que también estaba cayendo rendida ante sus encantos y su belleza angelical.

—Hija, ¿cómo le gusta el café? —me preguntó, aunque parecía muy entusiasmada de recibir cualquier información.

—Más leche que café con cuatro cucharadas de azúcar —le doy detalles con normalidad al darle otro sorbo a mi bebida caliente.

—Igual que tú, vaya... —ella asiente al asimilarlo con cierta sorpresa.

Comenzaba a sentirme más relajada al degustar el sabor del café que mi abuela preparaba. Y es que ninguno se iguala al suyo cuando lo prepara con amor.

Cuando me entrega la taza de Adrián, decido regresar junto a él al dejarla en la cocina ya que se había adueñado del área. Estaba muy entusiasmada al empezar una mañana en la que, prácticamente, estábamos jodidos con las resacas.

Cuando cruzo la puerta de mi habitación, lo veo con el teléfono en la oreja, prestándole atención a lo que le decían al otro lado de la línea. Bosteza en mis narices, aburrido de la llamada.

Le entrego el café y me guiña el ojo...

—Llegaré en un rato y pasaré las consultas que hagan falta —parece excusarse con propiedad—. Tardaré un poco más de lo habitual, pero allí estaré —cuelga la llamada un poco sorprendido al darle un sorbo a su café.

—¿Qué pasa? ¿Todo está bien?

—Sí. Solo que hoy trabajo en mi consultorio y llegaré más tarde de lo que acostumbro. Eres mala influencia para mi ordenada vida —bromea—. Pero no te preocupes, lo tengo todo bajo control.

—Ah, ¿sí? —bufé—. ¿Cómo cuántos mensajes y llamadas se reflejaron en tu teléfono mientras estuvo apagado?

Se ruboriza levemente y enarca las cejas al darle otro sorbo a su café.

—Bien. Tu ganas —acepta—. Tengo que ir lo más pronto posible, más no deseo hacerlo. Pero ya sabes como funciona esto, así que dudo mucho que mi ausencia te afecte —me provoca al evadir mis ojos.

Me acerco al poner los ojos en blanco y negar levemente.

—Siempre tan creído y presumido, Wayne —desato el lazo de mi cubre batas y la abro, expandiéndola al enseñarle mi desnudez en plena luz de la mañana.

Cuando me muestro sin ningún tipo de vergüenza y segura de mí misma, espurrea un poco su café y aparta la taza de sus sensuales labios con los ojos engrandecidos.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 1) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora