(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo 4.
Todos salíamos del ascensor un poco perplejos al ver la acción de Adrián tan espontánea y directa. Por suerte, lo sumaron a uno de sus arranques de estrés laboral.
Al menos, eso creí...
— ¿Qué le sucede hoy a nuestro muchacho? — El dueño del hospital le preguntó al Doctor Andrés Wayne.
Caminaban con elegancia a pasos más adelantados que los demás que estuvimos en el ascensor.
— Ha tenido unos días difíciles. — El padre de Adrián intentó explicarse por él, cuidando la imagen de su hijo. — Está abarrotado de trabajo. Además, aún tiene mucho en qué pensar sobre un cargo tan importante como el que le ofreces. Aún es joven, y está asimilando su gran responsabilidad a largo plazo con éste hospital.
— Sí, es joven aún. — Le comentó el Doctor Jaime Bachelées. — Pero confío en su demandante capacidad para portar dicho cargo. Como el buen médico que es, irá aprendiendo y madurando mucho más. Créame, mi gran amigo. — Posó un brazo sobre los hombros del Doctor Andrés Wayne con familiaridad, notándose al instante que la amistad de ambos había rebasado largos años.
— Es el indicado. — Continuó diciéndole el dueño del hospital. — Tiene liderazgo, astucia, brillantez. — Se separon con elegancia y continuaron charlando con normalidad. — Tengo que asegurarme de que puedo dejarle mi hospital a alguien de confianza, que sepa mantenerlo en control. Tu hijo, nuestro muchacho, tiene ese control que yo necesito para éste lugar.
— Lo sé. — Aceptó el padre de Adrián, aunque parecía preocupado del estado de humor que su hijo había experimentado en el ascensor.
Sin embargo, a mí me pareció que Adrián experimentó un estado de humor más nivelado a diferencia de otras ocasiones. Ni siquiera quiso llevarle la contraria al dueño del hospital, teniendo el poder y la facilidad para decir lo que piensa y cree en cualquier momento.
El Doctor Jaime Bachelées se percató de que aún yo continuaba detrás de ellos, ya que caminaban por el pasillo que me guiaría hacia la sala de reuniones.
— Señorita Doménech... — Se despidió con un gesto de cabeza desde la distancia.
El padre de Adrián se limitó a hacer lo mismo con educación. Ambos sin detenerse en el camino.
Una vez que los pasos de ellos fueron más lejos, me detuve, analizando lo que había dicho el dueño del hospital.
«¿Mantenerlo en control?». Fue lo que pensé con sarcasmo al creer que esa podría ser la segunda profesión de Adrián Wayne si no fuera el médico cirujano de prestigio que era.
Negué para mí misma con un suspiro lleno de ironía mientras ajusté la mochila sobre mi hombro. Las tres internas me alcanzaron ante mi desprevenida acción.