(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
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Capítulo 101.
Presioné los párpados cuando escuché que la puerta de mi habitación se cerró con cierta fuerza. La abuela Anita y Frankie se tensaron al ver cómo los ánimos de Adrián decayeron.
Yo sabía que él me estaba esperando para hablar, discutir, o lo que sea que prefiriera en cuanto a la situación. Solté un profundo suspiro lleno de asimilación, estando consciente de que una vez más enfrentaría la difícil personalidad de Adrián Wayne Milán. Sin embargo, sabía que era necesario e importante. Y si la ocasión de enfrentar más detalles de su pasado se habían presentado en el momento, no habría de otra que hacerlo.
—Hija mía, ve... —la abuela Anita me alentó para que entrara a mi habitación de inmediato. Ella tenía los ojos como platos cuando se acercó a mí, dejando a Frankie en la misma posición donde se había mantenido—. Definitivamente, no ha cambiado en nada, mi niña —me dijo por lo bajo al acompañarme hasta la puerta—. Sigue siendo el mismo niño tímido y asustado.
—Sí —tragué saliva al prepararme mentalmente para lo que me esperaba—, pero tengo que hacerlo. Tengo que hablar con él cuanto antes de estos últimos detalles —la miré a los ojos con preocupación, aunque me sentía decidida—. Adrián tiene que aprender a enfrentar sus miedos y las situaciones que lo atormentan. Debe hacerlo, por su bien —resalté, pero la abuela Anita presionó los labios muy apenada y bajó la cabeza al dejarme entrar a mi habitación.
Cuando cerré la puerta detrás de mí y sentí que la abuela Anita se retiró del área, coloqué la caja con el estampado de Versace sobre mi escritorio que se encontraba organizado y recogido.
Miré de reojo a mi novio, quien no dejaba de caminar de un lado a otro con las manos en los bolsillo de su pantalón de traje. Aunque parecía jodido con su humor, intentaba no perder por completo la cordura. Pasaba una de sus manos por su cabello castaño una y otra vez, causando que algunos mechones se presentaran sobre su ceño fruncido.
—Me sorprende que te hayas metido en mi habitación y que no te fueras después de lo que acabas de ver —fue lo primero que le dije, aunque me abracé a mí misma, manteniendo nuestro espacio personal.
—Y a mí me sorprende el hecho de que hayas planeado quedarte callada en cuanto a eso que acabo de ver y que sé que leíste —sacó la carta del bolsillo y me la mostró con desprecio. Luego negó con la cabeza y sonrió con ironía al darme la espalda, guardando los viejos papeles para mirar la fotografías que yo siempre tenía colocadas sobre una de mis estanterías. Sin embargo, una nueva de él y yo también se incluía entre estas—. No tienes que sorprenderte de que siga aquí, Alysha —espetó—. Somos pareja. Y te dije que nunca más te dejaría ir. Por más mierdas que se presenten en cuanto a mi pasado, no te dejaré.
Sentí un alivio interno al oír sus palabras. De hecho, me sorprendía sobremanera que a pesar de que realmente estábamos en una situación muy jodida para él, estuviese manejándolo como mejor creía.
—¿¡Y por qué te enojas conmigo, Andy!? De verdad que no tengo la culpa de que esa carta haya llegado a mis manos —le solté de inmediato, pero noté cómo se tensó al mantener el silencio—. La abuela Anita me preguntó si todo iba bien entre nosotros. Y cuando le dije que entre tú y yo las cosas van muy en serio, ella creyó que podría contarme quién eres. O al menos quién eras...
—Claro.
—¡No me vengas con ese tono del hombre todo poderoso! ¡No me evadas y dime si me crees!
—Lo hago. Te creo.
—¿¡Y por qué me respondes así!? —tuve la valentía de acercarme y mirarlo a los ojos desde mi baja estatura—. Entiendo que todo esto es muy difícil para ti. Supongo que hay cosas que nunca entenderé como tú en cuanto a todo lo que has tenido que vivir y sufrir. Pero al menos intento estar de tu lado; acompañándote, cuidándote dentro de lo que tú me dejas.
—Lo sé.
—Entonces, ¿¡por qué te empeñas en cerrarte conmigo!? ¿¡Por qué sigues decidiendo no dejarme entrar en tu vida por completo!?
—Aly...
—¡Es la verdad!
—Alysha, no comiences.
—¡Sí, lo haré! Y lo hablaremos de la mejor manera...
—Estás en mi corazón, en mi alma, y en mi vida entera. No me jodas ahora con eso.
—¡Entonces, hablemos! Por favor, Andy... —mis ojos le suplicaron una respuesta.
Noté cómo su mandíbula se tensó aún más cuando presionó los dientes en un extremo silencio que parecía decisivo. Su mirada verde se fundía en la mía, entre las dudas y el miedo. Ni siquiera podía entender porqué los nervios lo estaban traicionando. A él, a uno de los médicos cirujanos más prestigiosos e importantes del país, quien era meticuloso y perfeccionista en todos los aspectos de su vida.
—Aly, ¿¡qué es lo que necesitas saber!? ¡Carajo! Ya sabes mi origen, ¿no? ¡Prácticamente fui un huérfano infeliz! ¡Sí! ¡Eso fui hasta que me adoptaron, porque mi verdadera madre me abandonó y jamás se ocupó de mí! ¡En todo el trayecto de mi infancia vi violaciones, viví maltratos tras maltratos, pasé hambre, mala vida y todas esas mierdas! ¿¡Qué más quieres saber de mí, coño!?
»¡Sí! ¡La hermana de tu abuela, la difunta Georgina Nerea me cuidó cuando era un niño! ¡Ella fue la que se ocupó de mí como pudo! ¡A pesar de que sufría una mala vida igual o peor que yo! Y sí, Aly... ¡También la perdí a ella por una maldita enfermedad que hoy en día yo trato en mi trabajo! ¡Pierdo a las personas que quiero, maldita sea!
—Entonces, ¿¡yo te recuerdo a ella!? —no pude evitar soltarlo de repente, sin que me quedara nada por dentro.
Sus ojos se engrandecieron cuando se dio cuenta por donde yo me dirigía con el tema. Él se quedó congelado por mi insinuación y parecía que no era capaz de mediar palabras.
—Aly...
—¡Solo responde, Adrián Wayne! ¿¡Te has enamorado de mí por la única y sencilla razón de que me parezco a ella!? —lo miré con más decisión, preparada para su respuesta.