(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
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Capítulo 99.
—¿¡Qué!? —miré a la abuela Anita con incredulidad—. No lo entiendo... —me reí, pero comenzaba a alertarme.
—No bromeo, hija mía...
Mi sonrisa se desvaneció cuando la expresión de tristeza invadió el rostro de mi abuela materna.
—Yo conozco a Adrián desde que era un niño.
—Es... ¡Es imposible! ¿¡Pero cómo así!? —negué con la cabeza repetidas veces—. Entonces... —pensé detenidamente como él había actuado delante de mi abuela y el comportamiento de ambos que siempre me inquietaba un poco. Sin embargo, solo pensaba que eran ideas mías—. Entonces, él te ha reconocido... —asumí al recordar algunas de las expresiones de Adrián cuando se encontraba con mi abuela.
—Difícil que no lo haga cuando tiene un don muy especial.
La mandíbula casi se me caía en la encimera. Juraba que si la abuela no sostenía mis brazos, me caería al suelo.
—¿¡Cómo sabes todo eso!? —mantuve los ojos engrandecidos—. ¿¡Y cómo es que lo conoces primero que yo!?
Cuando la abuela Anita vio que yo tenía más dudas que respuestas y que estaba desesperada por obtener información, no dudó en proseguir.
—Lo conozco más o menos desde que tenía unos ocho años de edad —miró hacia la nada, haciendo memoria—. ¿Recuerdas la historia que les conté una vez a tus padres, a ti y a tu hermano? ¿Sobre una hermana perdida que estuve buscando durante muchos años?
Y lo recordaba perfectamente. La abuela había tenido una hermana menor gracias a su padre —mi bisabuelo—, quien fue un mujeriego toda su vida, según como ella me lo contaba. Una de las tantas mujeres que él había tenido, tuvo una hija llamada Georgina Nerea —nombre que él le puso cuando nació—. Su madre nunca la quiso y la abandonó en un orfanato.
Sin embargo, la abuela Anita Nerea nunca se enteró de tal situación hasta que su padre se lo confesó antes de morir por una enfermedad terminal ya que él había mantenido guardado el secreto al igual que su doble vida de mujeriego fuera de la familia
—Te refieres a Georgina Nerea... —reflexioné al recordar cada uno de los detalles que la abuela me había contado.
—Sí, exacto. Cuando al fin pude dar con su paradero en un orfanato de mala... —detuvo sus palabras al ver que mi expresión de tristeza comenzaba a notarse—. Siento decirlo de esta manera, pero fue así como sucedieron las cosas y como conocí a semejante partidazo que tienes como pareja.
—Entiendo... —entrelacé mis dedos y esperé que continuara contándome más detalles que yo creía más que importantes ya que, de alguna manera, aunque me resultaba difícil de creer, estaba enterándome de la vida pasada de Mi Cura Prohibida.