(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
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CAPÍTULO 42
A pesar de que me sentía muy nerviosa, sonreí al sentir sus manos pasearse por mis caderas, apreciando mis curvas ceñidas al vestido morado que tenía puesto.
—Intentaré convencerte... —susurró en mi oído con sinceridad—. Quédate quieta —se alejó de mi parte posterior por unos segundos y apartó las cosas que estaban sobre la pequeña mesa de madera caoba, colocándolas sobre el escritorio.
Mantuve la mirada baja e intenté respirar pausadamente, mientras que él terminó de despejar la mesa, volviendo a ubicarse detrás de mí.
Asomó su boca muy cerca de mi oreja, sin tocarme tan siquiera. Podía oler su exquisito aroma a perfume caro.
—Date la vuelta —me ordenó en un susurro casi inaudible.
Cuando le obedezco y me giro con lentitud, lo miro a los ojos desde mi baja estatura, pero él coloca su pulgar sobre mi barbilla y es capaz de enarcar las cejas con seguridad.
—Papi le enseñará a su nena cómo debe comportarse con él —su ronca y aterciopelada voz suena más sensual que de costumbre para mis sentidos auditivos.
Adrián se acerca mucho más a mi cuerpo y ejerce una leve presión cuando siento mis piernas contra el borde de la mesa que yacía desocupada.
Trago saliva y suelto un leve gemido de impresión al sentir que volvía a estar acorralada por sus locuras. Alzo mi cabeza y lo miro a los ojos, deseando que me toque y que me bese como solo él sabe hacerlo.
Sin embargo, Adrián se limitó a darme un descarado y lento repaso desde su posición que predominaba sobre la mía, sintiendo como sus ojos me saboreaban al estar destellantes.
—¿Me obedecerás en este momento? —pregunta pausadamente.
Asiento, pero no le agrada mi respuesta y sujeta mi quijada.
—¿Responderás?
—Sí... —mi respiración se corta por leves instantes—. Te... obedeceré...
Asiente seriamente, percibiendo cómo se tensa. Luego, acerca su boca a mi rostro, entre mi mejilla y mi oreja, mientras continuaba sujetando mi mandíbula.
—Buena niña —masculla por lo bajo y siento que sonríe muy engreído sobre mi piel—. Quiero que te quites el vestido. Ahora.
Como la chica traviesa en la que me había convertido, me quité el vestido delante de sus narices, muy cerca de su presencia, rozando su cuerpo en ocasiones. Lo miré a los ojos mientras deslicé la tela de seda sobre mi piel, más que segura de que mi acción le estaba gustando.
—Eres muy segura de ti misma y de tu cuerpo —asume por lo bajo—. Sabes que eres preciosa, y eso nos ayudará mucho.
Elevé una pierna y luego la otra para salir del vestido completamente que ya había quedado sobre el suelo alfombrado.