Capítulo 29.

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CAPÍTULO 29

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CAPÍTULO 29

—Andy... —logré retomar la conversación, a pesar de que sentía mis mejillas calientes ante el tacto de sus dedos—. Mi sentir es recíproco, y espero que eso te haga sentir seguro. A ti y a tu mentecita tan especial... 

Sus ojos se entrecierran con letanía y sus labios tocan los míos con delicadeza, mientras acaricia la parte baja de mi espalda con una de sus manos al acapararme con más insistencia contra su cuerpo.

—Yo también sé con certeza que no hay espacio en mi corazón para otro hombre que no seas tú, mi niño...

Nos besamos a la par, con suavidad y plenitud. Podía sentir cómo nuestras respiraciones se aceleraban con gozo.

Luego, sus manos apreciaron las curvaturas de mis caderas, paseándolas con adoración hasta mi torso, tocando mis pechos y mis endurecidos pezones.

Él parpadeó repetidas veces al adueñarse de mi boca. Mi subconsciencia y mi alma sabían que estos actos eran algo nuevo para él. Podía percibirlo en sus expresiones, en su rubor, y en lo vulnerable que se estaba mostrando.

De repente, se agachó y me elevó entre sus brazos, adhiriendo su nariz contra la mía.

—Déjame hacerte sentir única y especial... —susurra sobre mis labios—. Déjame morir en tu piel y bajo la comodidad de tu olor... —me recuesta sobre la cama, colocándose entre mis piernas y reajustándolas a sus caderas—. Déjame demostrarte cuánto te necesito... —me penetra con lentitud y se agacha con necesidad al posar su boca contra la mía, sintiendo como los mechones de su cabello me causaban cosquillas en la frente.

Comencé a deleitarme de su cuerpo al acariciar sus anchos hombros y su espalda remarcada. Sin embargo, Adrián no dudó al sujetar mis manos para colocarlas contra el colchón, entrelazando sus dedos junto a los míos.

Parpadeo repetidas veces, sonrojada, cosquillosa, enamorada, mirando sus claros ojos, sintiéndolo igual de ruborizado que yo, apreciando al chico dulce y tímido que una vez conocí. Me sentía tan expuesta ante nuestra total desnudez, mientras disfrutábamos la sensualidad de nuestra posición.

Gimo sobre su boca en un susurro ensordecedor, llena de excitación y de amor, entrecerrando los ojos ante su mirada profunda y los movimientos de su caderas.

Su cálido aliento se mezcló con el mío cuando gimió junto a mí en susurros...

—Te amo... —gimoteo sobre su boca entreabierta—. Siempre te he amado, aún cuando no podía darme cuenta... —cierro los ojos con pesadez al sentir cómo sus penetraciones me llenaban de placer.

Un prolongado beso de su parte se quedó con mi boca, saboreando mis palabras con dulzura. Sus estocadas eran comedidas y controladas a pesar de que estaba siendo dolorosamente placentero para ambos.

—Desde siempre, mi niño...

Frunció el ceño contra mi entrecejo y su cuerpo se tensó al reajustar mucho más nuestra descarada posición.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 1) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora