Capítulo 50.

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Capítulo 50

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Capítulo 50.

—Doctor Wayne, ¿puedo pasar? —pregunta el residente en un tono educado.

—Seguro —Adrián se aparta de la puerta al terminar de alisar la tela de su bata médica, dirigiéndose hacia su escritorio y sentándose junto a este.

»Aly... —carraspea—. Señorita Doménech, tome asiento, que no hemos terminado —me dice al darse cuenta de que tenía la intención de retirarme.

No pude evitar sentir un poco de incomodidad al darme cuenta de que el doctor Jeffrey Yanius parecía analizar la situación al verme alisar mi uniforme. Se quedó observándome sin ninguna discreción, más de lo que estaba siendo debido delante de Adrián.

—¿Hay algún problema? —la pregunta de Adrián fue más que un reto imponente mientras recobró su postura profesional, mirándolo con seriedad y sin parpadear en el acto. Claramente, le estaba dedicando una fría mirada.

—No. Solo vengo a informarle de la jornada como es debido —simula el disgusto que se había reflejado en su rostro—. El doctor Jaime Bachélees no se encuentra. Él me había dicho que cuando eso sucediera tenía que recurrir a usted.

Adrián no emitió ni una palabra ante lo que estaba diciendo el residente, aunque asintió comedido. Sin embargo, el doctor Jeffrey Yanius no parecía para nada contento con tener que rendirle cuentas a él.

Yo ni siquiera sabía que hoy estaría a cargo como dueño de todo, a pesar de que habíamos estado bromeando hace un rato.

«Como siempre, Nere... Despistada por todo lo alto».

—Aquí le entrego el historial médico del paciente que operé muy temprano en la mañana. Mi turno culminará cuando les realice un examen a los internos sobre el caso clínico presentado.

—Ya me he enterado de los detalles —zanjó el ojiverde.

—¿De verdad? —el residente volvió a observarme por algunos segundos.

Adrián asintió.

—Y no, no recibo información de los estudiantes —le avisa como quien no quiere la cosa, siendo totalmente certero—. En este hospital, yo me entero de todo —aunque actuaba con suma profesionalidad, su expresión tan manipuladora y llena de imponencia se hizo sentir.

Tragué saliva y rasqué mi nuca al intentar simular una sonrisa despreocupada, aunque en mi subconsciencia le estaba diciendo al doctor Jeffrey Yanius que estaría sumamente jodido si continuaba tratando a su jefe de tal forma. Es una pena para él no enterarse aún de lo que significaba Adrián en su trabajo.

Adrían abrió el historial clínico en un silencio extremadamente calculador y lo leyó en tan solo unos segundos. Luego, lo cerró. Ni siquiera disimuló sus dotes de prodigio.

—Ya veo que todo está bajo control. Buen trabajo —le entrega el folio con el historial—. De hecho, doctor Yanius, espero que los estudiantes de medicina general puedan superar ese repentino examen que usted ha decidido llevar a cabo. Por su cargo, tiene la autoridad de hacerlo, claro. Sin embargo, le pido que tenga en cuenta que debe rendirle cuentas al doctor Jaime Bachélees o a mí. Aún yo sabiéndolo.

—Entiendo —acepta con sequedad y fija su vista en mí.

»Doménech, debería estar preparándose para ese examen —masculla al intentar mostrar tranquilidad.

—Sí, yo... Lo siento —balbuceo.

Adrián presiona los labios y vuelve a juntar sus manos, frunciendo el ceño.

—¿Por qué se disculpa, jovencita? —me fulmina con la mirada al ignorar la presencia del residente—. Yo la ayudaré a estudiar en la medida de lo posible. Mis cirugías de hoy están programadas para la tarde, así que mi valioso tiempo es para ayudarla en lo que sea necesario. Me interesa que usted y los demás estudiantes aprovechen sus conocimientos.

Se levanta con la mirada alzada, serio, arrogante, seguro, haciéndole entender de una vez y por todas que tratar con él no era nada sencillo, y más si intentaba imponerle.

—De hecho, doctor Yanius, me presentaré en el aula si no le importa —sugiere sin preámbulos—. Me gustaría ayudarle a corregir los exámenes.

—¿Qué? —su decisión le sorprende.

—¿Hay algún problema con eso? —sus ojos verdes destellan malicia e inteligencia.

—Para nada.

Adrián muestra su perfecta y blanca dentadura. Su ceño se suaviza, mostrando sensualidad en su entorno y en todo su esplendor.

—Gracias por su consideración, doctor Yanius.

El residente asiente más serio que nunca y se acerca a la puerta, girándose un poco para mirarme. No me había percatado de que Adrián lo escoltaba hasta la puerta desde atrás, cubriendo su vista al mantenerse delante de mí.

Cuando escuché que cerró la puerta detrás de su espalda, solo pude pensar en las consecuencias intensas que todo esto me podría traer con Adrián.

Se acerca a mi y coloca las manos en los bolsillos de su bata médica, cambiando su expresión a una más gruñona. Sus gestos faciales se tensaron.

«Mierda».

—A mí no me mires así. Yo no sé cómo demonios trabajan internamente los jefes de este hospital. Ahora es que me entero que no solamente deben rendirle cuentas al doctor Jaime Bachélees, sino que a ti también.

—Ya ves.

—¿Y de verdad te pondrás así por una tonta consulta de su parte? —mascullo.

—Una tonta consulta que utilizó como excusa para saber qué estabas haciendo —susurró.

—Lo sé. Últimamente, está un poquito irritante.

—Le gustas —esquiva mis ojos—. Y mucho.

—Andy...

—Es bueno en su trabajo, ¿para qué negarlo —me interrumpe—. Pero te juro que si continuaba mirándote de tal forma me iba a conocer realmente.

—Por Dios... —poso mi mano sobre mi frente.

—Y tú... —sujeta mi mano y la aparta—. Deja de disculparte con él como si debieras rendirle cuentas. Y mucho menos si no estás haciendo nada mal en tus prácticas. Eres impecable y responsable con tus cursos.

—Tienes razón. No hago nada malo. Solo que estoy metida con el director del departamento de cirugía y con el futuro dueño de este lugar. Pero tranquilo... —le digo con sarcasmo—. Todo está bien.

—Él puede pensar lo que quiera —se encoge de hombros—. Evidentemente, no tiene el poder para acusarte ni removerte de aquí. Sin embargo, Aly, como él abuse de sus tratos por su posición, a mi me saldrá de los huevos hacer lo que yo crea conveniente.

Niego con la cabeza, estupefacta.

—¿¡Pero por qué!?

—Porque eres mía y mi tesoro más preciado. Pero quien se meta contigo, y más sin razones, estará muy, pero que muy jodido.

Me acerco y acaricio sus mejillas.

—Te has controlado muy bien, ¿sí? —adhiero mi nariz contra la suya, pero no me mira a los ojos—. Intenta relajarte y calmar ese "estrés".

—No tengo ningún puto estrés —acepta deliberadamente—. Además de que interrumpió nuestro polvo mañanero, estoy celoso. Muy celoso. Y de verdad espero que no me siga provocando.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 1) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora