(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
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CAPÍTULO 44
Su aviso me impresionó, pero como había liberado una tensión física tan intensa, me sumergí en el delicioso y abrupto destino de placer que Adrián volvería a llevar a cabo sobre mí. Ni siquiera había experimentado una situación parecida. No sabía cómo podría sentirse esa parte de mí si él lograba su cometido.
Las dudas invadieron mi mente, pensando por instantes si él sabría lo que haría. Pensaba si tan siquiera podría encontrar ese punto de placer un poco más complejo para mi sistema.
—Confía en mí —comentó con certeza, excitado por mi posición tan vulnerable bajo su parte anterior, y como si pudiese intuir lo que pasaba por mi cabeza—. Sé lo que hago.
Sus palabras perversas fueron acompañadas de dulzura, lo que causó que yo misma ajustara mi culo mucho más y a su gusto, con la intención de mostrarme totalmente visible ante sus ojos, sabiendo que sintió mi acción sobre su entrepierna, lista para que viera lo que iba a ofrecerle.
Adrián se apartó un poco de mí, sin dejar de sujetar mis muñecas. Percibí en cada poro de mi caliente piel cómo estaba observando fijamente mis lugares prohibidos. Tragué saliva cuando alejó una de sus manos de mis muñecas y acarició levemente mi ano.
—¿Qué me dices de esto? En algún momento te adiestraré para que también me recibas aquí, porque quiero estar en cada parte de ti —comenta con malicia al continuar acariciando esa parte muy prohibida de mí—. ¿De quién es, Aly?
Remuevo mi culo y eso causa que un suspiro lleno de ansias salga de su apetecible boca, gruñendo por lo bajo, impresionado de la respuesta de mi cuerpo.
—Si no quieres que te azote, respóndeme —masculla.
Sin embargo, continué en silencio, removiéndome sobre su pulgar.
Su primera y contundente palmada chocó contra mi culo, pero un gemido de sorpresa inundó el silencio que yo había mantenido.
Su mano ejerció más presión sobre mis muñecas cuando una segunda palmada volvió a escocer sobre mis nalgas.
Mi piel ardía y molestaba, pero a la vez estaba sintiendo un gusto inexplicable. Estaba deseando que continuara haciéndolo, pero me mantuve callada, siendo consciente de que en mis adentros lo admitía, aunque también me avergonzaba.
No era la primera vez que él ejercía este tipo de acción sobre mí. Sin embargo, ya me estaba acostumbrando a lo que dicha situación me hacía sentir.
Una llama de lujuria se encendía a fuego lento en lo más profundo de mi ser. Darle todo de mí a este hombre me hacía sentir única, completa, deseada, y sensual.
Adrián volvió a asomar sus labios a mi oreja, manteniendo la seriedad.
—Lo sé —asume con certeza, acariciando mis nalgas, preparándome para recibir más azotes de su mano de dedos largos—. Te has ido acostumbrando a que yo haga esto sobre ti y te encanta, aunque lo calles —su mano vuelve a chocar con firmeza sobre mi expuesta piel.
