(+21) (Libro 3) Las situaciones que sucedieron entre Adrián y Alysha causaron lo dolorosamente inesperado. Sin embargo, a pesar de que la última intención del médico cirujano fue para protegerla de sí mismo y sus demonios, este no pudo evitar que un...
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Capítulo 97.
Era viernes cuando me encontraba en la biblioteca médica del hospital, justo en el lugar desolado donde muy pocos o nadie pasaba. Aunque muchos estudiantes venían a estudiar y a dormir cerca del área, claro está. Sin embargo, fue lo que precisamente me sucedió cuando esperé a mi novio al estar escondida en la antigua oficina en desuso, donde nos encontrábamos para charlar o simplemente mimarnos.
Aunque sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi uniforme azul, solo me giré un poco sobre el suelo alfombrado con los ojos cerrados, presionando sobre mi pecho el pesado y grueso libro de técnicas quirúrgicas que utilizaba para estudiar y poder responder en las rondas clínicas cuando un residente o superior preguntaba. Estaba tan concentrada en mi momento de descanso, que era una pesadez para mí mirar la pantalla de mi teléfono para responder.
Cuando escuché el leve crujido de la puerta, me alerté y volví a removerme un poco al ver que se trataba de Adrián, quien entró con extrema discreción, asegurándose de cerrar con el pestillo. Soltó un suspiro aliviado y guardó su teléfono al ver que yo dejaba que el mío sonara sin respuesta alguna.
Bostecé y saboreé mi saliva por leves instantes cuando el libro cayó sobre mis piernas. Miré a Adrián con los ojos entrecerrados y él me sonrió para luego poner los ojos en blanco. Seguramente estaba pensando que mi actitud no tenía remedio.
Portaba un elegante traje gris oscuro. Su corbata negra de seda la combinaba con su fino calzado del mismo color. Sobre su vestimenta tenía su impecable bata médica con su nombre y apellidos al lado de las iniciales de sus títulos médicos. Su suave cabello castaño estaba peinado hacia un lado, aunque ya sus mechones comenzaban a crecer sobre su frente con rapidez.
Él se sentó a mi lado al recostar la espalda sobre la pared. Cuando elevó una de sus piernas, noté cómo sus finas medias negras estaban alargadas bajo su pantalón de traje. Sobre su muñeca portaba un lujoso reloj muy diferente al que siempre utilizaba. Su aroma, como siempre, era exquisito y me desarmaba con su presencia.
Sin embargo, gracias al cielo todavía podía usar los cinco sentidos cuando tenía al hermoso espécimen a mi lado, así que me di cuenta de que estaba vestido más elegante de lo normal.
—Te ves hermoso —elevé mis labios para que me diera un beso, casi como un puchero.
—Mentirosa —me dijo con seriedad, aunque yo sabía que él estaba bromeando. Un casto beso de su apetecible boca se plasmó sobre la mía.
—Tienes razón —le devolví un beso más pausado, sonriendo sobre su boca—. No eres para nada atractivo, Wayne. Tú no te me antojas en lo absoluto —coloqué mis manos sobre su nuca y nuestros labios se enredaron entre más besos.
Me percaté de cómo él abrió sus claros ojos y enarcó las cejas bastante sorprendido, dejándome manosearlo a mi gusto, aunque su expresión denotaba diversión.
