Capítulo 41.

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CAPÍTULO 41

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CAPÍTULO 41

Adrián salió del vehículo y lo rodeó para abrirme la puerta. Sujeté su mano con cierta comodidad al sonreírle fugazmente.

Él, sin embargo, se mantuvo serio. Sabía que intentaba mantenerse calmado al disimular lo nervioso y ansioso que estaba.

—Frank, puedes volver a la mansión —le informó con seguridad—. Si necesito algo más, no dudaré en llamarte. Pero de momento tu trabajo ha terminado por hoy.

Su chófer asintió elegantemente y procedió a marcharse en el lujoso vehículo, mientras que él y yo nos dirigimos hacia la puerta trasera del edificio, la cual abrió con eficacia.

Cuando escuché el leve chirrido de la puerta, sentí como los vellos se me erizaron. Adrián me dejó pasar primero, siendo caballeroso como siempre. Me abracé a mí misma al sentir cómo cerró la puerta con calma.

Caminamos por el impoluto pasillo que aún se mostraba alumbrado por los últimos rayos del sol de la tarde. Aunque sentía a Adrián muy cerca de mí, se mantuvo atrás, dejando que yo misma actuara a mi paso y queriendo que me mantuviese cómoda de cierta forma.

Presioné el botón del ascensor y este abrió sus puertas de inmediato. Podía sentir cómo el silencio absoluto del lugar nos mantenía tensos, pero cuando entramos él se situó detrás de mí al sentir su acompasada respiración.

El ascensor comenzó a ascender y volví a abrazarme a mí misma, observándolo de reojo. Se mantuvo en silencio, esperando con el control que lo caracteriza.

Cuando el frío ascensor abrió sus puertas en el piso donde se encontraba el rústico despacho, ambos accedimos al lujoso y culto lugar.

Engrandecí mis ojos con suma impresión cuando me percaté de que había velas prendidas en algunos rincones del despacho, incluyendo en ciertas estanterías, y en una pequeña mesa de madera caoba que estaba preparada para nosotros.

El ambiente se mostraba tenue, exquisito, y con un aire de misterio. Todo me estaba pareciendo más que maravilloso.

—Siempre saliéndote con la tuya —sonrío por lo bajo al caminar con lentitud hacia la pequeña mesa que estaba ubicada cerca de su escritorio de madera caoba.

Sobre la mesa tenía una botella de un vino fino y tinto junto a unas velas aromáticas de un vainilla muy dulzón. Había dos sillas del mismo material, listas para ser usadas por ambos. No obstante, no fue hasta que observé el suelo cuando de verdad pensé que la mandíbula se me desencajaría.

—Por Dios, Andy... —susurré al darme cuenta de que estaba entre un camino lleno de pétalos blancos, negando con la cabeza y sin poder creerlo.

Cuando me giré para encararlo, él cargaba un ramo de rosas blancas que había sacado sin darme cuenta.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 1) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora