CAPÍTULO 17: LISTÓN ROJO

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—Mei Liang...

Wei Ying extendió su mano a la muchacha en rincón de la habitación, esperaría toda la vida por ella, sabía que ella solo sentía temor, que su mente estaba atrapada. Miró alrededor buscando su ropa pero solo había algunos girones de tela regados por el piso. Tampoco podía tocarla y empeorar el estado en el que estaba. Bajo la mano y se alejó algunos metros.

Se quitó el saco y comenzó a desabotonarse la camisa para quitarsela, tenía que darse prisa antes de que ella lo notara. Se quitó la liga del cabello destrozando el peinado con sus dedos. Estaba seguro que si ella lo miraba podría sacarla de ese lugar. Con sólo la camisa en una mano regresó a ella, se arrodillo frente a ella que sostenía sus rodillas contra su pecho con la mirada perdida en el suelo. Wei Ying rozó la rodilla li Liang con la punta de los dedos

—Mei Liang—llamó con voz dulce la chica busco por reflejo de donde venía la voz tan familiar.

Encontró un rostro con una sonrisa suave como la de un niño, su cabello estaba despeinado y sus ojos estaban brillantes por las lágrimas. Era el mismo chico al que algunas veces cuidaba mientras dormía a causa de la fiebre, acariciaba su cabello cuando las pesadillas lo abordaban y luego poco a poco volvió a tranquilizarse con una dulce sonrisa en lo labios. Ella levantó la mano, le tocó la mejilla y enseguida hundió lo dedos en el cabello del muchacho, por un segundo todo desapareció.

—¿A-Ying?—preguntó ella en un hilo de voz el afirmo con la cabeza, porque tenía un nudo en la garganta. Pero estaba aliviado de no haberse equivocado, era ella quien le cuidaba al dormir, cuando llegaba en muy mal estado.

Ofreció su mano de nuevo, pero en vez sujetar su mano, lo abrazo, hundió su cabeza contra el pecho del Wei Ying para quien aquello era una sensación muy familiar. Intentó alejarse del abrazo como siempre, pero sabía exactamente cómo se sentía ella, sabía perfectamente lo que era tener la desesperada necesidad de sujetarse alguien y pensar que todo iba a estar bien que se había terminado. Fue como volver dos años atrás, luchado por ponerse de pie, pero en esta ocasión no estaba solo, tenía que ser valiente y mucho más fuerte de lo que crecía era capaz.

Mei Liang sollozó contra su pecho largo rato y él la abrazó como le hubiera gustado que Lan Zhan lo hubiera hecho. Solo entonces se dió cuenta no había nada repugnante en su cuerpo, no estaba sucio, no tenía la culpa de nada, su cuerpo como el de ella había sido roto usado a placer de otros como si no valiera nada. No era que aquello le quitara el derecho a ser amado ¿cierto? no era como si ya no pudiera a ser feliz nunca más. Era curioso el modo en que la mínima posibilidad de felicidad su mente evocará la imagen de Lan Zhan. Estaba por encima de todo su entendimiento, como si algo en él estuviera atado a Lan Zhan desde hacía mucho tiempo. Pero Lan Zhan no iba a esperar por él toda la vida y tampoco iba ser capaz de perdonarle todo. Detuvo sus pensamiento acarició el cabello de la chica y se dió cuenta que ella aún tenía mejores posibilidades que él.

—A-Liang...tenemos que salir de aquí

Liang se alejó mirando a su alrededor, buscando su ropa, pero la sensación que despertó mirar el estado de la habitación devolvió en ella lo insoportable que resultaba su cuerpo, sintió nauseas, no fue capaz de atreverse a mirarse.

—¿Puedes ponerte esto?—preguntó Wei Ying ofreciendo su camisa ella la tomo.

Wei Ying fue por el saco, dándole un poco de privacidad para cambiarse. Su visión se quedó atrapada por la mesa con las botellas de cristal un escalofrio le recorrio el cuerpo, en su vida iba a volver a ese sitio. Levantó la pistola, consciente de que no iba a poder defenderse con Mei Liang a cuestas. Al voltear ella intentaba abotonar la camisa, pero sus manos temblaban. Wei Ying tomó las manos pequeñas y suaves, encontrandolas encantadoras, la puso sobre su regazo y comenzó a abotonar la camisa por ella.

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