CAPÍTULO 94: NIEVE DISTANTE

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Cerca de las diez de la noche llamaron a la puerta de la oficina, el joven amo repasaba los últimos versos del poema  de la página, eran perfectos en métrica y ritmo, puros y elegantes como la persona en la que pensaba al leerlos. Pero esa persona ya sólo era un lejano recuerdo al que ya no podía  tocar.

Cerró el libro y apagó la música, su mayordomo esperaba tras la puerta de cristal con una expresión neutra para poder entrar incluso si no parecía estar ocupado no era capaz de interrumpirlo.

—Adelante

El hombre de mediana edad entró con la charola plateada con la jarra de cristal, el vaso y los fármacos para su amo, la dosis prescrita como todos los días a la misma hora.  Sirvió el agua y esperó a que terminara para darle la información pero el joven se le adelantó.

—La habitación de los niños está listo—Preguntó colocando delicadamente el vaso en la mesa sin provocar un sonido alguno, las blancas manos se enlazaron la una a la otra y el esbelto cuerpo  se recargó contra la silla para guardar su distancia.

El Mayordomo dio un paso atrás para tranquilizar a su amo, aunque no se iba acercar  de todas formas, de un tiempo a la fecha el padecimiento de su joven amo había empeorado, ya ni siquiera él podía acercarse. No solo era el trastorno, otras enfermedades se habían colado y aunque siguiera todas las indicaciones de los médicos no parecía haber mejora, podría ser funcional cumplir con sus obligaciones perfectamente en la medida de sus posibilidades, pero era obvio que no era feliz que solo cumplía con la eficiencia de una máquina. 

—Están listas, los horarios de las comidas y las visitas también. Su auto está listo también, pero podría quedar a…

—No estoy cansado—interrumpió, sabiendo de antemano lo que diría, era lo que siempre sugería. En realidad sí estaba cansado sin embargo eso no cambiaba con solo irse temprano a la cama, prefería tener la mente ocupada para que el tiempo pasará, además quería ir a ver a los denominaba “sus niños” —puede retirarse a descansar, yo volveré pronto.

—Sí señor

El hombre se retiró no sin antes acomodar gabardina sobre la percha para que su joven empleador la tomara. Solo cuando la puerta se cerró y al cabo de un par de minutos  el joven Song Lan se puso de pie, se puso la gabardina recordando los largos seis meses de espera por su compra, no importaba cuanto dinero ofreciera siempre lo obligaban a esperar su turno, la mujer con la que trataba siempre le reiteraba que era por su seguridad, él era importante, tanto como su lo fue su padre. Bajo las escaleras lentamente sin prisa tenía una media hora para llegar al punto de encuentro, al pie de las escaleras estaba de nuevo el mayordomo ofreciendo un paraguas por el extremo para la ligera lluvia.

—Puede resfriarse señor—dijo, haciendo de los labios del amo apareciera una suave sonrisa

—Ya no soy un niño—dijo con suavidad tomado el paraguas—pero gracias por preocuparte.

Si, el hombre lo sabía, ya no era ese niño al que podía ponerle la mano en el hombro para reconfortarlo, ni el niño que crió solo con mucho esfuerzo.

Lo vio salir por la puerta principal en medio de la noche convenciendose que debía ir a dormir pues por la mañana tendría a más de una docena de niños con los cuales lidiar. En tanto Son Lan revisó las camionetas con el logo de BaiXue Internacional Electric Appliance, los asientos estaban en orden, la camioneta limpia. Podían irse, entró  en su auto y cerró él mismo la puerta listo para conocer a las nuevas personas con las que compartiría su casa los próximos meses.

El templo al que denominaba BaiXue se encontraba en el extremo sur de la ciudad de Shanghai, perteneció a la familia de Song Lan y por muchos años se trató de un edificio viejo, en ruinas al que iba a terminar demoliendo para construir una casa, sin embargo dado su carácter histórico Song Lan tomó dinero de su empresa BaiXue para integrar un fideicomiso y con ello repararlo y abrirlo al público, con el tiempo se añadió una biblioteca  salas de usos múltiples y una galería de arte. Una vez cada dos meses el inmueble era cerrado para mantenimiento, durante esa noche los proveedores y reparadores hacía las entregas pertinentes de material, sin embargo alguno de esos meses no había reparaciones, se usaba como una pantalla para  la entrega de los niños que Song Lang compraba, al mismo proveedor que usaba su padre, niños con las mismas características entre las misma edades con la diferencia que él no pedía uno para una noche o una temporada si le gustaba mucho, prefería  tomar varios a la vez sin dar mayor explicación, la transacción se terminaba con la venta, no había más comunicación hasta pasados cinco meses con 10 días en los que se pedía una confirmación para la compra y un pago del 50%.

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