STAY BY ME

CAPÍTULO 36: NUBES ROTAS

Wei Wu Xian odiaba el invierno, principalmente odiaba el frío, tener que usar varias capas de ropa y aún así tener frío. Era una situación bastante curiosa, porque las manos de Lan WangJi siempre estaban frías, incluso en el verano sus manos se sentía frías y  aun así le gustaban sus manos. Usualmente sus manos se encontraban con las de él con total naturalidad,  sus dedos se enlazaban y sus palmas se unían sin intención de separarse. Pero respecto al invierno, nada se podía aunque  sí había aprendido que los inviernos eran más tolerables  en Zhejiang y mucho más disfrutables Ezhou  pero en Baoji  le parecía una situación mucho más que  insoportable aun así debía volver ahí por su propio pie para pasar el resto del invierno, honestamente ni siquiera sabía cuando volvería o si lo haría.

Se sentía atrapado en la nieve y era incapaz de hacer que las lágrimas  de Wen Qing se detuvieran pero  se sentía dispuesto a cualquier cosa si podía volver a  hacerla sonreír. Era como si una corriente tibia fluyera de lo más profundo de su cuerpo manteniéndolo despierto y dispuesto a continuar.

El funeral de Wen Zhou no  fue sencillo. Wei Ying llenó la pequeña sala funeraria con flores blancas y amarillas. Por supuesto no hubo asistentes solo él y Wen Qing, los amigos u otros familiares estaban descartados por el simple hecho de llevar el apellido Wen. Él organizó todo, dispuso incluso  de una de las tumbas de su familia para depositar las cenizas. El posible resentimiento contra el hombre muerto se disolvió rápidamente, se permitió llorar por su partida por lo difícil que debió haber sido dejar solo a sus hijos y también se alegró pues de cierta forma el sufrimiento se había terminado para él.

Luego de depositar las cenizas pudo al fin visitar la tumba de sus padres. En su última visita tenía seis años, y como  en esa ocasión no tenía nada para ofrendar a sus padres. Sintió que no tenía cara para mostrarse frente a ellos. Se quedó varios minutos en silencio, no fue capaz de decirles algo su  mente estaba vacía. Qing lo  sorprendió. Lo tomó del brazo unos segundos y luego se  inclinó a dejar las flores que habían sido compradas para su padre.

—Es  por agradecimiento hice que su hijo vistiera de blanco y tomé un espacio que es de su familia—aclaró mirando de reojo a Wei Ying.

Habían pasado mucho tiempo juntos pero no sabía nada de su verdadera familia.

—¿Todavía los recuerdas?—se atrevió a preguntar.

—No mucho,  era muy joven tenía tres o cuatro cuando él se fue y seis cuando ella murió.

—Si te vieran estarían orgullosos de ti—dijo descuidadamente. Wei Ying rió amargamente, le dio rápidamente la espalda.

—Se hace tarde, vámonos—Ordenó

Wei Ying se alejó sin echar una mirada atrás esperando que Qing lo alcanzará pero ella no fue trás de él. Se quedó algunos minutos más, en silencio prometió visitarlos  de nuevo apropiadamente con su hijo  cuando todo terminará hasta entonces iba a cuidar de él.

Mientras esperaba a que Qing volviera, Wei Ying encendió un cigarro, el calor en sus dedos produjo un ligero hormigueo  que se torno reconfortante luego de unos segundos. Miró a su alrededor pero nada en el paisaje le pareció familiar, solo la sensación en su pecho, más grande, más abrumadora, la ausencia de algo que no podría tener jamás. Era una mezcla de melancolía, de tristeza, de vacío, del recuerdo de la felicidad y por supuesto de esperanza.

Al ver a Wen Qing salir del cementerio tiró al suelo el cigarro que se apagó de inmediato con la nieve. Zheng lo miró con aire preocupado, su joven jefe se había mantenido extrañamente tranquilo durante esos días. Como si Wei Ying  pudiera leerle la mente le sonrió burlonamente antes de caminar al auto para abrir la puerta para Wen Qing.